martes, 20 de diciembre de 2016

¿VAS HECHO UN ADEFESIO O HABLAS ADEFESIOS?







Como es sabido, los escritos que han trascendido de Pablo de Tarso, una de las figuras más relevantes del cristianismo, son sus “Epístolas”, incluidas como libros canónicos en el Nuevo Testamento. Una de ellas es la Epístola a los efesios, esto es, a los habitantes de Éfeso, antigua ciudad griega en la costa occidental de la actual Turquía. Este título en latín era (Epistula) ad Ephesios, y de esta expresión latina, ad Ephesios, procede la palabra castellana adefesio. La mayoría de los expertos actuales considera que la epístola no era en realidad de San Pablo, sino de un discípulo suyo, pero eso es una cuestión de autoría que no viene al caso para explicar la etimología de "adefesio".

Adefesio significa algo así como “persona extravagante o ridícula”, especialmente cuando hablamos de su forma de vestir o de su aspecto externo. Todo el mundo ha escuchado alguna vez “va hecho (o hecha) un adefesio”. También existe en nuestro idioma la expresión “hablar adefesios” con el sentido de hablar cosas ridículas o de tratar de convencer inútilmente de algo, especialmente cuando aquellas personas a quienes quieres convencer no están dispuestas a hacerte ni caso. Son varias las explicaciones que se han propuesto para este giro semántico.

El sacerdote y escritor catalán Joaquim Bastús, siguiendo a Covarrubias, daba en su obra La sabiduría de las naciones la siguiente explicación:

"Hubo en Éfeso un ciudadano llamado Hermodoro, a quien, por haber excitado con su brillante posición social la envidia de muchos de sus conciudadanos, resolvieron condenar al ostracismo: y, en efecto, fue inicuamente obligado a abandonar su patria por algunos años. Hermodoro y sus amigos intentaron varias veces hacer oír su voz y demostrar al pueblo de Éfeso su inculpabilidad e inocencia, mas nunca pudieron conseguir que dieran oído a sus disculpas, ni que se atendieran sus justificaciones, de donde nació el proverbio hablar ad efesios, cuando no se hace caso a nuestras palabras u observaciones."

Pero generalmente la hipótesis más aceptada (y que resume la RAE en la etimología de la voz “adefesio” de su diccionario) no hace referencia a Hermodoro, sino a San Pablo. Según esta teoría, cuando el apóstol llegó a la ciudad tratando de predicar el evangelio, los efesios no hicieron caso alguno de sus palabras, e incluso hicieron pasar al apóstol todo tipo de penalidades. En la ciudad de Éfeso había un templo muy importante dedicado a la diosa Ártemis. La magnificencia del templo era tal que fue incluido en la lista de las siete maravillas del mundo antiguo y los efesios tenían fama de sentir una gran veneración por dicha diosa, por lo que, seguramente, serían difíciles de convertir a una nueva fe y, según esta teoría, “hablar ad ephesios” quedó como sinónimo de “hablar y que no te hagan caso” o “decir cosas inútiles”.

Pero para Miguel de Unamuno esta explicación en las supuestas dificultades de Pablo en Éfeso para predicar el evangelio no tiene ningún sentido si tenemos en cuenta que dichas dificultades no serían muy distintas a las que se encontraría el apóstol en otras ciudades en la que predicó y cuyas prédicas han llegado también hasta nosotros en forma de cartas: tesalonicenses, corintios, gálatas, colonenses, etc. La conclusión del filósofo bilbaíno fue que la expresión provendría de que en el capítulo V de la Epístola a los efesios se dan consejos matrimoniales, indicando que "las casadas están sujetas a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer", que los maridos han de amar a sus mujeres "así como Cristo amó a su Iglesia" y otras máximas que el pueblo casi nunca cumplía, por lo que se habría terminado relacionando “adefesio” con consejos o dichos absurdos y disparatados. Es decir, el origen de la palabra estaría en que las mujeres son muy díscolas y desobedientes, no cumplen los consejos matrimoniales recogidos en la Epistula ad Ephesios y no honran a su marido, cabeza de familia, como honra la Iglesia a Cristo. Hasta de esto tienen la culpa las mujeres según algunos, hay que ver.

Sea como fuere, del simple gentilicio de Éfeso recogido en el título de la famosa epístola se pasó al sentido de "decir cosas inútiles y extravagantes", y de ahí pasó a la propia persona, que quedaría calificada de extravagante y ridícula, siendo el último paso de esta evolución el considerarla no ya ridícula por sus palabras, sino simplemente por su aspecto.


Ruinas de Éfeso

lunes, 19 de septiembre de 2016

LOS NOMBRES DEL LIBRO


Todo invento, todo avance cultural o tecnológico suele llevar consigo la palabra que lo designa de unas culturas a otras. Así lo vemos, por ejemplo, con el ordenador, cuya denominación en casi todas las lenguas procede del inglés computer o del francés ordinateur. Pero a veces, determinadas lenguas utilizan para designar el nuevo invento, aunque este sea importado, palabras que ya existían en su vocabulario nativo, dándoles un nuevo significado, ya sea mediante calcos semánticos o mediante otros recursos. Y así tenemos que para el teléfono en islandés no usan ningún vocablo relacionado con el resto de lenguas europeas (español teléfono, inglés telephone, etc.), sino síma, originalmente “cable”.

Para "libro" no hay, ni mucho menos, una palabra universal o casi universal. Cada lengua usa la suya, y luego algunas de las lenguas que en algún momento de la historia se han convertido en focos de irradiacón cultural (latín, lenguas romances, inglés, griego, árabe, chino, ruso...) han exportado su palabra para “libro” a otras lenguas. En ocasiones algunas de éstas han adoptado el préstamo como su única palabra para "libro", pero en otras han convertido el préstamo en un sinónimo que convive con otra palabra nativa, como veremos en algunos ejemplos. En general, la etimología de estas palabras puede basarse en ideas distintas a la hora de denominar al libro. En unos casos se hace referencia al soporte (ya fuera éste la corteza de un árbol, un papiro, etc.), en otros se alude al hecho de que el texto está compuesto por unos signos (letras), y se termina denominando al conjunto de esos signos (libro) con la misma palabra; finalmente, hay palabras para llamar a los libros que aluden a la acción misma de “escribir”, de “hacer marcas”, de “grabar o inscribir” esos signos.

En este post vamos a ver someramente las distintas palabras que se usan con el significado de "libro" y el origen de algunas de ellas, centrándonos especialmente en las más viajeras, las que más han pasado de unas lenguas a otras y han dejado su impronta en una zona mayor del globo. 

Mapa con la  la palabra "libro" en varios idiomas. Tomado de The Geography ‘of Book



Liber

“Libro” en latín se decía liber y de liber (en realidad de librum, que era la forma que cogía esa palabra cuando iba en la frase haciendo determinadas funciones gramaticales, como la de objeto directo), proceden casi todas las palabras usadas en las lenguas romances actuales: castellano e italiano libro, portugués livro, francés, livre, catalán llibre, asturiano llibru, occitano libre, etc. La gran excepción es el rumano, que no usa ningún derivado de librum, sino carte, procedente del lat. charta, “(rollo de) papiro” y, en última instancia, del griego χάρτης (chártēs), del mismo significado. El lat. charta. por cierto, es la palabra que ha dado resultados tan dispares en las lenguas como ingl. card (“tarjeta”) o esp. carta, ya sea la de los naipes, la que se envía por correo, la de navegación, etc.

El latín exportó su palabra librum a los pueblos celtas cuando éstos fueron cristianizados; hoy día tenemos derivados del vocablo latino en el gaélico leabhar (pronunciado algo así como /liaur/), galés llyfr o bretón levr. También son préstamos del latín el albanés libër y el euskera liburu. Y aunque el inglés usa para libro, como veremos más abajo, la raíz germánica presente en book, si usted está en una ciudad de habla inglesa y quiere ir a una biblioteca, preguntará por la library más cercana. En sus respectivas zonas de influencia colonial, el español prestó su libro al quechua (liwru) y al tagalo libro (donde convive con una palabra vernácula, aklat) mientras el portugués livro ha sido la base de los nombres del libro en los criollos de base portuguesa, como el caboverdiano livru.

Pero... ¿de dónde viene el latín liber? La etimología propuesta (pero no comúnmente aceptada) es que vendría de una raíz indoeuropea, *lup- o *leup- (cuando una palabra es una conjetura reconstruida por los lingüistas y no hay testimonio escrito de ella, se representa con un asterisco delante), que tendría el significado de “corteza (de un árbol)” o “pelar (la corteza de un árbol)”. ¿Y qué tienen que ver las cortezas de los árboles con los libros?, se preguntarán ustedes.... Bien, pues la idea es que el primer sitio donde nuestros ancestros indoeuropeos hacían inscripciones queriendo decir cosas era en las cortezas de los árboles, como las parejas de enamorados adolescentes de las películas. Idea, por cierto, que es la base de los alfabetos rúnicos escandinavos, creados expresamente para ser hechos con incisiones en la madera.



Los libri latinos eran rollos de papiro, con bastante menos capacidad que un libro actual de 100 o más hojas de papel. Cuando una obra literaria era algo extensa y no cabía en un liber, se numeraban los distintos libri que ocupara y por eso en las obras antiguas vemos que se usa la palabra “libro” como sinónimo de lo que hoy en día sería “parte”, “tomo” o “volumen”.


*bōks

Las lenguas germánicas designan todas al libro con evoluciones del antiguo germánico *bōks. De ella proceden inglés book, alemán Buch (escrito bukh en yiddish, la lengua judeoalemana), neerlandés boek (pronunciado /buk/, como en inglés), danés bog, noruego y sueco bok, islandés bók, etc. Para esta palabra germánica se ha propuesto también una etimología indoeuropea, en este caso la raíz *bheH2g-, “haya”. Estamos, por tanto, ante un nuevo caso en que la etimología parece querer indicarnos que el primer soporte que nuestros ancestros indoeuropeos utilizaron para escribir fueron las cortezas de los árboles, en este caso de las hayas. Esta raíz indoeuropea dio en griego phēgós, “roble” y en latín fagus, “haya”.

En cuanto a la exportación del vocablo germánico *bōks a lenguas no germánicas la cosa se complica bastante si tenemos en cuenta la preponderancia del inglés en todo el mundo en el último siglo y medio y, especialmente, en época colonial. Por ejemplo, en varias lenguas del sureste asiático (malayo, indonesio, balinés, sundanés, y javanés), “libro” se dice buku, aunque en algunas de ellas no está claro si lo han tomado del inglés book o del neerlandés boek.  Si nos vamos a África, tenemos derivados del inglés book, por ejemplo, en el malgache boky, lingala búku, somalí buug y shona bhuku. Book también la han tomado los japoneses, adaptándola como bukku, aunque allí convive con otra palabra posiblemente de origen chino de la que hablamos más abajo. 

No me resisto a comentar aquí, de pasada, que en muchos sitios (se ha convertido casi en un lugar común) ponen en relación el hausa boko con el inglés book, argumentando que boko haría referencia, por extensión, a la cultura occidental y que el nombre del grupo terrorista nigeriano Boko Haram querría decir algo así como “Se prohíbe la cultura occidental”. Todo muy traído por los pelos. En Paul Newman's Papers explican que  el hausa boko no tiene el significado de “libro”, sino de “farsa”, “fraude” y que su parecido con el inglés book es casual.


Biblíon y otras palabras griegas

En griego antiguo “libro” se decía βιβλίον (biblíon), que en principio significaba “rollo de papiro”, derivado de βίβλος (bíblos) “papiro”. Una vez más, se hace referencia al soporte que se utiliza para inscribir los signos con los que queremos transmitir el mensaje, en este caso los rollos de papiro, familia de plantas que, prensadas y procesadas mediante una determinada técnica, daban como resultado una superficie plana apta para le escritura. Se supone que bíblos designaba una especie de esta planta abundante en el entorno del Mar Egeo y que sería distinta de la del papiro egipcio –latín papyrus, griego pápyros-. Del griego antiguo deriva la palabra para “libro” del griego actual, βιβλίο (pronunciada /vivlío/). 

En la antigua Fenicia  existió una ciudad llamada en griego Byblos o Bíblos, que se corresponde con la actual Ŷubayl, cerca de Beirut. Bíblos era famosa por sus mercados de papiroy durante mucho tiempo se pensó que los griegos llamaron así a ese tipo de papiro por proceder de allí, de la misma forma que el material más usado para escribir sobre él durante la Edad Media, el pergamino, debe su nombre a la ciudad de Pérgamo. En realidad es justo al revés. La ciudad se llamaba en fenicio Gubla, y al adaptar los griegos ese nombre a su lengua, como para ellos era importante como mercado de bíbloi, deformaron un poco el nombre fenicio, dando Byblos. Es decir es el papiro el que ha dado nombre a la ciudad, y no al revés. 

El plural de biblíon era biblía, y de la expresión tà Biblía tà Hágia, “los Libros Sagrados”, abreviado luego simplemente en tà Biblía, viene el que se llame “Biblia” a las escrituras consideradas sagradas por el cristianismo. De biblíon derivan también todos los compuestos cultos relacionados con el mundo del libro, como bibliotecabiobliotecario, biblioteconomíabibliografía, etc.



Biblia en griego

Respecto a la palabra pápyros, “papiro”, que los griegos tomaron del egipcio, en esta última lengua significaba “flor del rey”, pues su elaboración era monopolio real. Cuando en la Edad Media apareció en Europa un material que servía como soporte de escritura mucho más barato que el pergamino y recordaba en cierta medida al papiro –que ya había caído en desuso-, se le volvió a llamar papyrus y esto dio origen en las lenguas modernas al fr. papier, ingl. paper, esp. papel, cat. paper, etc.

Pero hay otra raíz griega que ha terminado significando "libro" en varias lenguas de un mar tan alejado del  Egeo como puede ser el Báltico. Grámma significa "letra" en griego. Su raíz es la misma que la del verbo gráphein, "grabar", "inscribir". El plural de grámma era grámmata, que pasó al antiguo ruso como gramota, "documento", en una sinécdoque consistente en nombrar algo por los elementos que lo componen, de forma similar a la palabra inglesa letter, que puede ser "letra" o "carta". Pues bien, del gramota paleorruso se derivan las palabras que significan "libro" en estonio, raamat, y en letón, grāmata. En finlandés esta misma raíz se se usó para referirse al “libro por excelencia” para los cristianos y raamattu significa “Biblia”. Para “libro” en general, los finlandeses utilizan kirja, que originariamente significaba, “marca tallada, inscripción”. Sus vecinos los estonios usan esa raíz en kiri, “carta”.

Por cierto, que a la disciplina que estudia el buen uso de las grámmata, (esto es, de las letras), los griegos la llamaron grammatiké, y de ahí viene nuestra palabra gramática.


Kniga 

Puesto que los pueblos eslavos fueron alfabetizados a la vez que eran convertidos al cristianismo y, de hecho, el que unas lenguas eslavas utilicen actualmente el alfabeto latino y otras el cirílico depende de a qué religión se convirtieron, católica u ortodoxa, cabría esperar que ésta fuera la vía de introducción de la palabra “libro” en esas lenguas, bien desde el latín liber o bien desde el griego biblíon. Pues no. En todas  las lenguas eslavas el nombre del libro deriva de una raíz sin relación con los demás grupos de lenguas indoeuropeas, el protoeslavo *kъnjiga (el símbolo ъ, tomado del antiguo eslavo eclesiástico, representa una suerte de “u” muy breve). De esta raíz tenemos kъniga en ant.esl.ecl., kniga en ruso, búlgaro y macedonio, knyha en ucraniano y ruteno, kniha en bielorruso, checo y eslovaco, knjiga en serbocroata y esloveno, księga en polaco, etc. La forma rusa de esta palabra, kniga, pasó como préstamo a lenguas no eslavas habladas en Rusia o en territorios del antiguo imperio ruso y de la URSS, por ejemplo, lituano knyga, mari knaga, yakuto kinige, chuvasio kĕneke, jakasio kniga y osetio inyg o kiwnugæ (según los dialectos). También es posible que tenga su origen en esta raíz eslava el húngaro könyv. y el komi nebög.

El origen de la raíz eslava es desconocido, y como suele pasar en estos casos, se han lanzado hipótesis de lo más variopintas: que si el antiguo alto alemán kenning, “símbolo, signo”,  que si el gótico kunnan, “saber” que si el acadio kanikku, “objeto sellado”; “documento”, que si el antiguo chino küen, “rollo”, a través de alguna lengua turca... El eslavista polaco Aleksander Brückner considera que se trata de una palabra eslava nativa derivada del protoeslavo *kъnъ ‎(“tronco de un árbol”) con el sufijo -iga. El desarrollo, por tanto, habría sido similar al del *bʰehǵos ‎en las lenguas germánicas o de liber en latín.


Kitāb

Si hay una palabra para llamar a los libros viajera y que ha visto mundo, esa es el término árabe kitāb. La etimología, en este caso, es muy clara, pues kitāb procede de la raíz semítica k-t-b, “escribir”. Como es sabido, las lenguas semíticas funcionan de una manera un tanto distinta a las lenguas de nuestro entorno en lo que a la morfología y la derivación se refiere. En ellas, la raíz está compuesta única y exclusivamente por consonantes (generalmente tres), y las distintas formas gramaticales de las palabras, derivados, etc. se hacen cambiando las vocales que acompañan esas consonantes. Así, tenemos que de la raíz k-t-b salen kitāb, “libro”, en singular, pero kutub, “libros”, en plural; y también kátaba, “(él) escribió”, maktub, “pupitre” (ma- es un prefijo), maktaba, “biblioteca”, kātib, escritor, etc.  La mezquita de Marrakech (con su característico minarete almohade que sirvió de modelo a la Giralda de Sevilla) es conocida como la kutubiyya, “la de los libros” o "la librera", en referencia a que albergó una importante biblioteca en su interior, además de un gran mercado de libros en sus alrededores. Esa misma raíz está presente en muchas otras lenguas de la familia semítica, por ejemplo en maltés ktieb o arameo kṯāḇâ. Sin embargo en hebreo, a pesar de ser también una lengua semítica y de usar la misma raíz k-t-b para todo lo relacionado con la escritura, para “libro” utilizan una palabra distinta, sefer, que procede de la raíz s-p-r, y cuyo significado originario es “contar”.  


Marrakech: mezquita kutubiyya, "la librera"


Como decíamos más arriba, el árabe ha dado en préstamo la palabra kitāb, bien a través del comercio con pueblos vecinos, o bien por la expansión del islam, a muchas lenguas, tanto de África como de Asia. En África pasó sobre todo a las lenguas bantúes. Pero con ciertas particularidades curiosas que voy a explicar un poco. 

Las lenguas bantúes tienen “clases nominales”, esto es, un sistema de clasificación de los sustantivos que agrupa estos en función de alguna característica común, y los marca con algún prefijo o sufijo que identifica la clase nominal a la que pertenecen y para el que se establecen unas determinadas reglas de concordancia entre las distintas partes de la oración. Es decir, las clases nominales funcionan de la misma forma que el género en las lenguas indoeuropeas o semíticas, con la única diferencia de que los sistemas de categorización no guardan ninguna relación con el género o el sexo de personas o animales. Hay muchas lenguas con clases nominales en el mundo, no sólo en África, y algunas tienen, por ejemplo, clases nominales en función de la forma de los objetos que designan, dependiendo de si son cilíndricos, cuadrados, redondos, o no tienen ninguna de estas formas. Pues bien, las lenguas bantúes, entre ellas el suajili, marcan las clases nominales con prefijos. Y el suajili tomó la palabra árabe como kitabu, pero los hablantes la reinterpretaran como una raíz –tabu a la que se le añadía un prefijo de clase nominal ki-, que dio la casualidad de que era el prefijo de la clase 7, la que engloba objetos hechos por el hombre (como lo es un libro). Y como esta clase nominal hace el plural cambiando ki- por vi-, el resultado es que en dicha lengua “libro(s)” se dice kitabu en singular, pero vitabu en plural. En kinyarwanda “libro” se dice igitabu, también del árabe, pero tras un proceso de reinterpretación similar al del suajili.

Por lo explicado hasta aquí, pareciera que todas las lenguas de África han tomado la palabra del portugués livro, del inglés book o del árabe kitāb. Nada más lejos de la realidad, por supuesto. Por poner sólo unos ejemplos de lenguas que cuando entraron en contacto con la escritura empezaron a usar con el significado de “libro” palabras nativas, citaré el bambara gafɛ, el yoruba ìwé o el amhárico mets’ihāfi

Dejamos África y nos vamos a seguirle el rastro al vocablo árabe en Asia. Las lenguas turcas tomaron casi todas en préstamo el árabe kitāb: turco, kazajo, tártaro y bashkir kitap; azerí, kitab, uzbeco kitob. Las únicas excepciones entre las lenguas de esta familia son  jakasio, yakuto y chuvasio, que como vimos, tomaron la palabra "libro" del ruso. Lógico, si tenemos en cuenta que son lenguas que se hablan en tierras de Siberia muy lejanas y apartadas del mundo árabe y musulmán. La palabra árabe también ha pasado, vía Islam, a muchas lenguas indias y persas (aunque no a todas) y así, tenemos kitāb  en persa, pastún y urdu, kitabi en zazaki o kitob en tayiko, por ejemplo.

Pero en Oriente Próximo hay también lenguas que no usan préstamos del árabe para “libro”. Haré mención a dos muy distintas, el kurdo y el armenio. No deja de llamar la atención que el kurdo, a pesar de su cercanía filogenética al zazaki y de estar rodeada de lenguas que usan kitāb, ya sea como palabra patrimonial o como préstamo, utilice otra palabra totalmente distinta, pirtûk. ¿Habrán buscado los kurdos en su acervo lingüístico un vocablo que no les recuerde al de las lenguas de los pueblos vecinos con los que tantos conflictos han tenido y tienen? El armenio, lengua indoeuropea de un pueblo de mayoría cristiana, tampoco usa, como era de esperar, el vocablo de origen árabe, La palabra que significa libro en esta lengua es girk’. En antiguo armenio esta palabra no era más que el plural de gir, “letras”, Y gir procede, una vez más, de una raíz indoeuropea, *wer-, que significa “inscribir, grabar”.


Pustaka

La India tiene una larga tradición literaria y cultural desde sus primeros escritos en sánscrito y, como era de esperar, las distintas lenguas han tomado sus palabras para “libro” de aquella lengua clásica. En sánscrito “libro” se decía pustaka, que pasó al prácrito como putthaya; de estas formas, dentro de la familia lingüística indoaria derivan, entre otras, bengalí pustôk (donde convive con ba’i), gujarati, hindi, nepalí y punjabí pustak, cachemir: pūthi y rajastaní, pothi. Nótese cómo en urdu / hindi (que en realidad se tratan de la misma lengua, siendo la variante conocida como urdu la que usan los hablantes musulmanes y el hindi la que utilizan los hablantes no musulmanes), conviven la forma de origen sánscrito pustak con el préstamo tomado del árabe kitāb. 

La raíz de pustaka y putthaya pasó como préstamo a otras lenguas de familias lingüísticas diferentes, tanto en el subcontinente indio como en otras partes del lejano Oriente. Y así tenemos que para “libro” usan pustaka en malayo (donde convive con buku, del inglés book), pota en cingalés, puttagam en tamil y pustakam en telugú. También pasó al tibetano como pus-ti-ka.


Shū

En chino mandarín la palabra para libro es shū (con variantes en los dialectos), procedente del chino medio syo. Esta palabra significaba, en principio, “(caña de) bambú”. Otra vez la palabra “libro” tiene su origen en el soporte que se utilizó para escribir. La palabra ha pasado a un montón de lenguas de Extremo Oriente de distinta filiación lingüística, y así tenemos camboyano shiev-phow, un compuesto con shū y  phow, que significa “volumen”. También es un compuesto con shū el tailandés h ̥ n ạ ŋ – s ụ̄ ɒ, que significaría algo así como “piel de letras”. Esto es, una piel de animal (como lo es el pergamino) que sirve para escribir. De shū proceden también el coreano chæg, el japonés sho-, presente en el compuesto shoseki, “librería”, y el vietnamita thu·, “colección”.

Pero shū no es la única palabra de origen chino que ha pasado a otras lenguas con el sentido de “libro”. La raíz china cè, que no se suele usar en mandarín,  es posible que esté relacionada etimológicametne con el vietnamita sách, “libro”, pues ambas son lenguas de la misma familia. El japonés usa para “libro” han, quizás en relación con el chino běn, uno de cuyos significados esedición”, “publicación”. Hay que tener en cuenta que lo que en la transcirpción de chino se escribe como b, en realidad es una p (Beijing, por ejemplo, se pronuncia “peiching”, mucho más cercano a nuestro tradicional “Pekín”, ¿verdad?). Y que la p- inicial, en japonés antiguo se perdió, dejando como rastro una h- aspirada. De esta raíz běn proceden tambíén vocablos para “libro” de otras lenguas de Extremo Oriente, pero no vamos a entrar en el detalle. 


jueves, 15 de septiembre de 2016

EL ARANÉS, LA LENGUA DE LOS PIRINEOS




Baqueira-Beret


I auie un còp ua polida mainada qu’ère estimada per toti aqueri que la coneishien, mès sustot pera sua mair-sénher. Era vielha hemna li auie regalat ua capa de color vermelh que li agradaue fòrça e tostemp la portaue dessús. Per aquerò era gent la cridaue Capucheta Vermelha.

[“Había una vez una bonita niña que era querida por todos aquellos que la conocían, pero sobre todo por su abuela. La vieja mujer le había regalado una capa de color rojo que le gustaba muchísimo y siempre la llevaba encima. Por ello la gente la llamaba Caperucita Roja”]

El texto anterior, el comienzo del cuento Caperucita Roja,  está en aranés, la gran desconocida de las lenguas que, además del castellano, tienen carácter oficial en alguna Comunidad Autónoma española. 

El aranés es una variante del gascón, el cual a su vez es un dialecto del occitano, la lengua romance que se desarrolló y se habla, con diversas modalidades, en todo el sur de la actual Francia, desde el Atlántico hasta Provenza. El aranés se habla, como se puede deducir de su nombre, en el Valle de Arán (catalán, Vall d’Aran; aranés, Val d’Aran). Si cogen ustedes un mapa de Cataluña, verán en la esquina superior izquierda una especie de “cuña” que parece querer incrustarse en territorio francés. Esa cuña es Arán, un valle pirenaico cuyo territorio cae en su mayor parte en la cuenca hidrográfica del Garona, un importante río del sur de Francia que atraviesa la región de Gascuña, aunque una pequeña parte del mismo pertenece a la cuenca del Ebro, pues es donde nace uno de sus afluentes, el Noguera Pallaresa. En algún momento de la Antigüedad el euskera debió de hablarse por estas tierras, pues se considera que la propia palabra Aran procede de dicha lengua. Aran o haran es la palabra vasca para “valle”, por lo que el topónimo aludiría, simplemente, a la realidad geográfica a la que da nombre.  Por tanto, cuando decimos valle de Arán estamos cometiendo una pequeña tautología sin saberlo, pues estamos diciendo “valle del Valle”.



Situación del valle de Arán en Cataluña


Aislado entre montañas, el valle ha conservado sus límites e instituciones propias durante siglos y actualmente tiene una población de unos 10.000 habitantes. Tras pasarse toda la Edad Media disputado entre condados vecinos (Pallars, Ribagorza, Cominges) y casas reales de la época (rey de Francia, rey de Aragón, rey de Mallorca...), en 1411 los araneses decidieron unirse al Principado de Cataluña. Antes y después de esa unión los franceses siguieron erre que erre invadiendo el valle de vez en cuando. La última de estas invasiones fue en época napoleónica, cuando Bonaparte agregó la Val d’Aran al departamento de Haute-Garonne (Alto Garona) en 1810, pasando de nuevo a manos españolas en 1815. En 1833, con la nueva división provincial diseñada por Javier de Burgos, Arán fue incorporada a la provincia de Lleida, y fue suprimida la que durante siglos había sido su institución de autogobierno propia, el Conselh Generau d'Aran, o “Consejo General de Arán”. Curiosamente, ni siquiera Felipe V había eliminado dicho Consejo con el Decreto de Nueva Planta por el que se suprimían los fueros e instituciones catalanas y aragonesas.

El Conselh Generau fue restituido en las elecciones de 1991, tras la ley de la Generalitat de Cataluña aprobada el año anterior. También en 1990 se declaró el aranés lengua cooficial en el valle, pero en 2010 el Parlament de Cataluña decretó la oficialidad del aranés no sólo en el valle, sino en todo el Principado. Dentro de la divisón territorial de Cataluña en comarcas, la Val d’Aran tiene carácter de entitat territorial singular con mayor nivel de autonomía que el resto de comarcas. Desde los años 80, la misma política educativa de inmersión lingüística en los colegios que se sigue en el resto de Cataluña con el catalán, se sigue en Arán con el aranés. La forma oficial de los topónimos es la aranesa; por ejemplo, Vielha, la capital, aparece escrita en todos los documentos oficiales, carteles, etc. con –lh-, respetando la grafía occitana que equivale a la doble ll del catalán o del castellano. 



Monumento a la lengua aranesa en Vielha, levantado en 2008. 
Al pie puede leerse la cita del Premio Nobel occitano Frederic Mistral: 
"Qui ten era lengua, ten era clau" ("Quien tiene la lengua, tiene la calve")


Que la lengua propia de la Val d’Aran sea una variedad del occitano no es extraño si además de su peculiar situación geográfica tenemos en cuenta que, a pesar de sus vaivenes históricos y de su pertenencia a Cataluña durante siglos, el valle ha conservado vínculos y relaciones de todo tipo con la Gascuña. De hecho, en la organización eclesiástica perteneció al obispado de Cominges hasta 1805, año en que pasó al obispado de La Seu d’Urgell.  

En cuanto a la pervivencia de la lengua, y según fuentes de IDESCAT (Institut d’Estadística de Catalunya), la población de la Val d’Aran declara: 
  • Saber escribir aranés: 26,9%
  • Saber leer aranés: 58,4%
  • Saber hablar aranés: Un 62,2%
  • Entender aranés: 88,9%

Estos datos contrastan con los de la Occitania francesa, donde sólo un 16% de la población declara hablar occitano. La Val d’Aran es, por tanto, la zona de habla occitana donde más vivo se encuentra y mejor se conserva este idioma.


Letreros en aranés

¿Cómo se lee el aranés? Si va usted alguna vez por el valle de Arán, visita Vielha o se decide a esquiar en Baqueira-Beret, verá en los carteles y paneles informativos, por todo el valle, palabras en aranés y se encontrará con grafías poco habituales en el resto de lenguas del estado. Aquí le ofrecemos una pequeña guía de lectura y pronunciación, no exhaustiva, de esta lengua: 

  • o: la o se pronuncia siempre como /u/, pero cuando lleva acento grave, se pronuncia como una o abierta (/ɔ/ en transcripción fonética), igual que en catalán. Por ej. Catalonha /kata’luɲa/; piòisha /’piɔ∫a/, "pico". 
  • La u, cuando no forma diptongo con otra vocal, se lee como la u francesa (o la ü alemana), sonido que en transcripción fonética representamos como /y/; ej. lua /’lya/, “luna”.  Salardú /salar’dy/ (nombre de una localidad). Si forma diptongo, se pronuncia como en castellano: mau /mau/, “malo”. 
  • La e, cuando lleva acento grave, è, se pronuncia como una e abierta, /ɛ/ , igual que en catalán o francés; ej. castèth /kas’tɛt/, “castillo”. Si no lleva acento, o lo lleva agudo, se pronuncia /e/.
  • Lh se pronuncia como en portugués o como la doble ele del catalán y del castellano no yeísta: Vielha (la capital del valle) /bieʎa/. 
  • Nh se pronuncia también como en portugués, esto es, como la ñ castellana o el grupo ny catalán: Catalonha /kata'luɲa/. 
  • Ch se lee como en castellano.
  • Las letras g y j y los grupos tg y tj se leen como en catalán. Ej. Conselh Generau /kun’seʎ ʒene’raw/, “Consejo General”; hormatge /ur'madʒe/, “queso”. 
  • Sh a principio de palabra y –ish- en medio o al final, se lee como la ch del francés, la sh del inglés o la x del catalán, gallego y vasco, sonido que en transcripción fonética se representa como /ʃ/; peish /peʃ/, “pez”. 
  • La h- procedente de f- inicial latina, mientras en el resto del gascón se pronuncia con una leve aspiración, en aranés es muda: huec /wek/, “fuego”.
  • La –n y la –r finales de palabra no se pronuncian: occitan /utsi’ta/, “occitano”; camin /ka’mi/, "camino"; arrir /arrí/, "reír".
  • El occitano tiene también la misma diferencia entre “s” sorda y “s” sonora que encontramos en francés y en catalán, de forma que casa en aranés se pronuncia /’kaza/, haciendo que la s vibre como cuando en francés decimos poison.
  • Th se usa mucho a final de palabra como resultado de la evolución del grupo LL latino. Se pronuncia /t/, aunque en algunas localidades del valle la pronuncian como la ch castellana: castèth /kas’tɛt/ (en algunas localidaes /kas’tɛt∫/

Eso en cuanto a su ortografía. Pero, ¿cuáles son las características propias del aranés, los rasgos que a hacen a éste una lengua diferente del resto de lenguas romances? Veamos algunos:

  • F- inicial latina pasa a h-: latín focus > gascón huec, lat. ferrum > gasc. hèr, "hierro". Como hemos dicho, esta h- conserva la aspiración en gascón, pero no en aranés. Sí, este fenómeno también es castellano (farina > harina) y se supone que tanto en gascón como en la lengua de Castilla se debe a un sustrato vasco, pues el euskera antiguo carecía del fonema /f/. 
  • El grupo latino LL da –r- en posición intervocálica y –th en posición final, y así la forma para el artículo determinado masculino singular, procedente del demostrativo latino ille, da eth ante consonante, pero er ante vocal. La forma femenina es era (< lat. illa). En aranés (pero no en el resto del gascón), los artículos plurales eths, eras se han reducido a es para ambos géneros.
  • La –n- intervocálica se pierde: lat. luna > gasc. lua, "luna"; lat. farina > gasc. haria, "harina"
  • La –l a final de palabra vocaliza en –u: lat. mel, gasc. mèu, “miel”; lat. malum > gasc. mau, “malo”. 
  • Las palabras que comienzan por r- suelen agregar en gascón una a-. Lat. ridere > gasc. arrir, “reír”; lat. recognoscere, gasc. arreconéisher, “reconocer”. Este fenómeno de agregar una vocal a las palabras que empiezan por r- no deja de ser curioso si observamos que no es habitual en las lenguas romances (aunque pueda haber algún caso excepcional), pero sí en los préstamos del latín al euskera: lat. regem > euskera errege, "rey". 
  • La –r- en medio de palabra puede sufrir metátesis (esto es, cambio de lugar): lat. capra > gasc. craba, “cabra”; lat. vesper > gasc. vrespe, “tarde”.
  • Una de las diferencias del aranés respecto al gascón de Gascuña es la terminación –as, que en gascón se conserva así, pero en aranés pasa a –es, como en catalán: gasc. hemnas, “mujeres”, aranés hemnes; gasc. pèiras, “piedras”, aranés pèires.
  • La –b- intervocálica latina da –v- en gascón (como en catalán), pero en aranés se vocaliza en –u-: lat. cantabas, gasc. cantavas, aranés cantaues.


Para finalizar, les dejo el enlace a la interpretación que la cantante aranesa Aidé Sans hace de Aqueres Montanhes, "Aquellas montañas", el himno oficial de la Val d’Aran.