Todo invento, todo avance
cultural o tecnológico suele llevar consigo la palabra que lo designa de unas
culturas a otras. Así lo vemos, por ejemplo, con el ordenador, cuya
denominación en casi todas las lenguas procede del inglés computer o del francés ordinateur.
Pero a veces, determinadas lenguas utilizan para designar el nuevo invento,
aunque este sea importado, palabras que ya existían en su vocabulario nativo,
dándoles un nuevo significado, ya sea mediante calcos semánticos o mediante
otros recursos. Y así tenemos que para el teléfono en islandés no usan ningún
vocablo relacionado con el resto de lenguas europeas (español teléfono, inglés telephone, etc.), sino síma,
originalmente “cable”.
Para "libro" no hay, ni mucho menos, una palabra universal o casi
universal. Cada lengua usa la suya, y luego algunas de las lenguas que en
algún momento de la historia se han convertido en focos de irradiacón cultural
(latín, lenguas romances, inglés, griego, árabe, chino, ruso...) han exportado su
palabra para “libro” a otras lenguas. En ocasiones algunas de éstas han adoptado el préstamo como su única palabra para "libro", pero en otras han convertido el préstamo en un sinónimo que convive con otra palabra nativa, como veremos en algunos ejemplos. En general, la etimología de estas
palabras puede basarse en ideas distintas a la hora de denominar al libro. En
unos casos se hace referencia al soporte (ya fuera éste la corteza de un árbol,
un papiro, etc.), en otros se alude al hecho de que el texto está compuesto por
unos signos (letras), y se termina denominando al conjunto de esos signos
(libro) con la misma palabra; finalmente, hay palabras para llamar a los libros
que aluden a la acción misma de “escribir”, de “hacer marcas”, de “grabar o
inscribir” esos signos.
En este post vamos a ver someramente
las distintas palabras que se usan con el significado de "libro" y el origen de
algunas de ellas, centrándonos especialmente en las más viajeras, las que más
han pasado de unas lenguas a otras y han dejado su impronta en una zona mayor del globo.
Liber
“Libro” en latín se decía liber y de liber (en realidad de librum,
que era la forma que cogía esa palabra cuando iba en la frase haciendo
determinadas funciones gramaticales, como la de objeto directo), proceden casi
todas las palabras usadas en las lenguas romances actuales: castellano e
italiano libro, portugués livro, francés, livre, catalán llibre, asturiano
llibru, occitano libre, etc. La gran excepción es el rumano, que no usa ningún
derivado de librum, sino carte, procedente del lat. charta, “(rollo de) papiro” y, en última
instancia, del griego χάρτης (chártēs),
del mismo significado. El lat. charta.
por cierto, es la palabra que ha dado resultados tan dispares en las lenguas
como ingl. card (“tarjeta”) o esp. carta, ya sea la de los naipes, la que
se envía por correo, la de navegación, etc.
El latín exportó su palabra librum a los pueblos celtas cuando éstos
fueron cristianizados; hoy día tenemos derivados del vocablo latino en el
gaélico leabhar (pronunciado algo así
como /liaur/), galés llyfr o bretón levr. También son préstamos del latín el albanés libër y el euskera liburu. Y aunque el inglés usa para libro, como veremos más abajo,
la raíz germánica presente en book, si
usted está en una ciudad de habla inglesa y quiere ir a una biblioteca,
preguntará por la library más cercana. En sus
respectivas zonas de influencia colonial, el español prestó su libro al quechua (liwru) y al tagalo libro (donde convive con una palabra vernácula, aklat) mientras
el portugués livro ha sido la base de
los nombres del libro en los criollos de base portuguesa, como el caboverdiano livru.
Pero... ¿de dónde viene el
latín liber? La etimología propuesta
(pero no comúnmente aceptada) es que vendría de una raíz indoeuropea, *lup- o *leup- (cuando una palabra es una conjetura reconstruida por los lingüistas y no hay testimonio escrito de ella, se representa con un asterisco delante), que tendría el significado de “corteza (de un árbol)” o “pelar (la corteza de un árbol)”. ¿Y qué
tienen que ver las cortezas de los árboles con los libros?, se preguntarán
ustedes.... Bien, pues la idea es que el primer sitio donde nuestros ancestros
indoeuropeos hacían inscripciones queriendo decir cosas era en las cortezas de
los árboles, como las parejas de enamorados adolescentes de las películas. Idea,
por cierto, que es la base de los alfabetos rúnicos escandinavos, creados
expresamente para ser hechos con incisiones en la madera.
Los libri latinos eran rollos de papiro, con bastante menos capacidad que un libro actual de 100 o más hojas de papel. Cuando una obra literaria era algo extensa y no cabía en un liber, se numeraban los distintos libri que ocupara y por eso en las obras antiguas vemos que se usa la palabra “libro” como sinónimo de lo que hoy en día sería “parte”, “tomo” o “volumen”.
*bōks
Las lenguas germánicas designan
todas al libro con evoluciones del antiguo germánico *bōks. De ella proceden inglés book, alemán Buch (escrito
bukh en yiddish, la lengua
judeoalemana), neerlandés boek
(pronunciado /buk/, como en inglés), danés bog,
noruego y sueco bok, islandés bók, etc. Para esta palabra germánica se
ha propuesto también una etimología indoeuropea, en este caso la raíz *bheH2g-, “haya”.
Estamos, por tanto, ante un nuevo caso en que la etimología parece querer
indicarnos que el primer soporte que nuestros ancestros indoeuropeos utilizaron
para escribir fueron las cortezas de los árboles, en este caso de las hayas.
Esta raíz indoeuropea dio en griego phēgós,
“roble” y en latín fagus, “haya”.
En cuanto a la exportación
del vocablo germánico *bōks a lenguas
no germánicas la cosa se complica bastante si tenemos en cuenta la
preponderancia del inglés en todo el mundo en el último siglo y medio y,
especialmente, en época colonial. Por ejemplo, en varias lenguas del sureste
asiático (malayo, indonesio, balinés, sundanés, y javanés), “libro” se dice buku, aunque en algunas de ellas no está
claro si lo han tomado del inglés book
o del neerlandés boek. Si nos vamos a África, tenemos
derivados del inglés book, por
ejemplo, en el malgache boky, lingala
búku, somalí buug y shona bhuku. Book también la han tomado los japoneses, adaptándola como bukku, aunque allí convive con otra palabra posiblemente de origen chino de la que hablamos más abajo.
No me resisto a comentar
aquí, de pasada, que en muchos sitios (se ha convertido casi en un lugar común) ponen en relación el hausa boko con el inglés book, argumentando
que boko haría referencia, por extensión, a la
cultura occidental y que el nombre del grupo terrorista
nigeriano Boko Haram querría decir
algo así como “Se prohíbe la cultura occidental”. Todo muy traído por los
pelos. En Paul Newman's Papers explican que el hausa boko no tiene
el significado de “libro”, sino de “farsa”, “fraude” y que su parecido con el
inglés book es casual.
Biblíon y otras palabras griegas
En griego antiguo “libro” se
decía βιβλίον (biblíon), que en principio significaba “rollo de papiro”, derivado
de βίβλος (bíblos) “papiro”.
Una vez más, se hace referencia al soporte que se utiliza para inscribir los
signos con los que queremos transmitir el mensaje, en este caso los rollos de
papiro, familia de plantas que, prensadas y procesadas mediante una determinada
técnica, daban como resultado una superficie plana apta para le escritura. Se
supone que bíblos designaba una
especie de esta planta abundante en el entorno del Mar Egeo y que sería
distinta de la del papiro egipcio –latín papyrus,
griego pápyros-. Del griego antiguo deriva la
palabra para “libro” del griego actual, βιβλίο (pronunciada /vivlío/).
En la antigua Fenicia existió una ciudad llamada en griego Byblos o Bíblos, que se corresponde con la actual Ŷubayl, cerca de Beirut. Bíblos era famosa por sus mercados de papiro, y durante mucho tiempo se pensó que los griegos llamaron así a ese tipo de papiro por proceder de allí, de la misma forma que el material más usado para escribir sobre él durante la Edad Media, el pergamino, debe su nombre a la ciudad de Pérgamo. En realidad es justo al revés. La ciudad se llamaba en fenicio Gubla, y al adaptar los griegos ese nombre a su lengua, como para ellos era importante como mercado de bíbloi, deformaron un poco el nombre fenicio, dando Byblos. Es decir es el papiro el que ha dado nombre a la ciudad, y no al revés.
El plural de biblíon era biblía, y de la expresión tà Biblía tà Hágia, “los Libros Sagrados”, abreviado luego simplemente en tà Biblía, viene el que se llame “Biblia” a las escrituras consideradas sagradas por el cristianismo. De biblíon derivan también todos los compuestos cultos relacionados con el mundo del libro, como biblioteca, biobliotecario, biblioteconomía, bibliografía, etc.
Biblia en griego
Respecto a la palabra pápyros, “papiro”, que los griegos tomaron del egipcio, en esta última lengua significaba “flor del rey”, pues su elaboración era
monopolio real. Cuando en la Edad Media apareció en Europa un material que
servía como soporte de escritura mucho más barato que el pergamino y recordaba
en cierta medida al papiro –que ya había caído en desuso-, se le volvió a
llamar papyrus y esto dio origen en
las lenguas modernas al fr. papier,
ingl. paper, esp. papel, cat. paper, etc.
Pero hay otra raíz griega que ha terminado significando "libro" en varias lenguas de un mar tan alejado del Egeo como puede ser el Báltico. Grámma significa "letra" en griego. Su raíz es la misma que la del verbo gráphein, "grabar", "inscribir". El plural de grámma era grámmata, que pasó al antiguo ruso como gramota, "documento", en una sinécdoque consistente en nombrar algo por los elementos que lo componen, de forma similar a la palabra inglesa letter, que puede ser "letra" o "carta". Pues bien, del gramota paleorruso se derivan las palabras que significan "libro" en estonio, raamat, y en letón, grāmata. En finlandés esta misma raíz se se usó para referirse al “libro por excelencia” para los cristianos y raamattu significa “Biblia”. Para “libro” en general, los finlandeses utilizan kirja, que originariamente significaba, “marca tallada, inscripción”. Sus vecinos los estonios usan esa raíz en kiri, “carta”.
Por cierto, que a la disciplina que estudia el buen uso de las grámmata, (esto es, de las letras), los griegos la llamaron grammatiké, y de ahí viene nuestra palabra gramática.
Kniga
Puesto que los pueblos eslavos fueron
alfabetizados a la vez que eran convertidos al cristianismo y, de hecho, el que
unas lenguas eslavas utilicen actualmente el alfabeto latino y otras el
cirílico depende de a qué religión se convirtieron, católica u ortodoxa, cabría
esperar que ésta fuera la vía de introducción de la palabra “libro” en esas
lenguas, bien desde el latín liber o
bien desde el griego biblíon. Pues
no. En todas las lenguas eslavas el nombre del libro deriva de una raíz sin relación con los demás grupos de lenguas indoeuropeas, el
protoeslavo *kъnjiga (el símbolo ъ,
tomado del antiguo eslavo eclesiástico, representa una suerte de “u” muy breve).
De esta raíz tenemos kъniga en
ant.esl.ecl., kniga en
ruso, búlgaro y macedonio, knyha en
ucraniano y ruteno, kniha en
bielorruso, checo y eslovaco, knjiga
en serbocroata y esloveno, księga en polaco, etc. La forma rusa de esta palabra, kniga, pasó como préstamo a lenguas no eslavas habladas en Rusia o
en territorios del antiguo imperio ruso y de la URSS, por ejemplo, lituano knyga, mari knaga, yakuto
kinige, chuvasio kĕneke, jakasio kniga y
osetio ḱinyg o kiwnugæ
(según los dialectos). También es posible que tenga su origen en esta raíz
eslava el húngaro könyv. y el komi nebög.
El origen de la raíz eslava es
desconocido, y como suele pasar en estos casos, se han lanzado hipótesis de lo
más variopintas: que si el antiguo alto alemán kenning, “símbolo, signo”,
que si el gótico kunnan, “saber”
que si el acadio kanikku, “objeto
sellado”; “documento”, que si el antiguo chino küen, “rollo”, a través de alguna lengua turca... El eslavista
polaco Aleksander Brückner considera que se trata de una palabra eslava nativa
derivada del protoeslavo *kъnъ (“tronco de un árbol”) con el sufijo -iga. El desarrollo, por tanto, habría
sido similar al del *bʰeh₂ǵos en las
lenguas germánicas o de liber
en latín.
Kitāb
Si hay una palabra para llamar a los libros viajera y
que ha visto mundo, esa es el término árabe kitāb.
La etimología, en este caso, es muy clara, pues kitāb procede de la raíz semítica k-t-b, “escribir”. Como es sabido, las lenguas semíticas funcionan
de una manera un tanto distinta a las lenguas de nuestro entorno en lo que a la
morfología y la derivación se refiere. En ellas, la raíz está compuesta única y
exclusivamente por consonantes (generalmente tres), y las distintas formas
gramaticales de las palabras, derivados, etc. se hacen cambiando las vocales
que acompañan esas consonantes. Así, tenemos que de la raíz k-t-b salen kitāb, “libro”, en
singular, pero kutub, “libros”, en plural;
y también kátaba, “(él) escribió”, maktub, “pupitre” (ma- es un prefijo), maktaba, “biblioteca”,
kātib, escritor, etc. La
mezquita de Marrakech (con su característico minarete almohade que sirvió de
modelo a la Giralda de Sevilla) es conocida como la kutubiyya, “la de los libros” o "la librera",
en referencia a que albergó una importante biblioteca en su interior,
además de un gran mercado de libros en sus alrededores. Esa misma raíz está presente en muchas otras lenguas de la familia semítica, por ejemplo en maltés ktieb o arameo kṯāḇâ.
Sin embargo en hebreo, a pesar de ser también una lengua semítica y de usar
la misma raíz k-t-b para todo lo
relacionado con la escritura, para “libro” utilizan una palabra distinta, sefer, que procede de la raíz s-p-r, y cuyo significado originario es
“contar”.
Marrakech: mezquita kutubiyya, "la librera"
Como decíamos más arriba, el árabe ha dado en préstamo
la palabra kitāb, bien a través del
comercio con pueblos vecinos, o bien por la expansión del islam, a muchas
lenguas, tanto de África como de Asia. En África pasó sobre todo a las lenguas
bantúes. Pero con ciertas particularidades curiosas que voy a explicar un poco.
Las lenguas bantúes tienen “clases nominales”, esto es, un sistema de
clasificación de los sustantivos que agrupa estos en función de alguna
característica común, y los marca con algún prefijo o sufijo que identifica
la clase nominal a la que pertenecen y para el que se establecen unas
determinadas reglas de concordancia entre las distintas partes de la oración.
Es decir, las clases nominales funcionan de la misma forma que el género en las lenguas
indoeuropeas o semíticas, con la única diferencia de que los sistemas de
categorización no guardan ninguna relación con el género o el sexo de personas
o animales. Hay muchas lenguas con clases nominales en el mundo, no sólo en África, y algunas tienen, por ejemplo, clases nominales en función de
la forma de los objetos que designan, dependiendo de si son cilíndricos,
cuadrados, redondos, o no tienen ninguna de estas formas. Pues bien, las
lenguas bantúes, entre ellas el suajili, marcan las clases nominales con prefijos. Y el suajili tomó la palabra árabe como kitabu, pero los hablantes la reinterpretaran como una raíz –tabu a la que se le añadía un prefijo de
clase nominal ki-, que dio la
casualidad de que era el prefijo de la clase 7, la que engloba objetos hechos
por el hombre (como lo es un libro). Y como esta clase nominal hace el plural
cambiando ki- por vi-, el resultado es que en dicha lengua
“libro(s)” se dice kitabu en
singular, pero vitabu en plural. En
kinyarwanda “libro” se dice igitabu, también
del árabe, pero tras un proceso de reinterpretación similar al del suajili.
Por lo explicado hasta aquí, pareciera que todas las lenguas
de África han tomado la palabra del portugués livro, del inglés book o
del árabe kitāb. Nada más lejos de la
realidad, por supuesto. Por poner sólo unos ejemplos de lenguas que cuando
entraron en contacto con la escritura empezaron a usar con el significado de
“libro” palabras nativas, citaré el bambara gafɛ, el yoruba ìwé o el
amhárico mets’ihāfi
Dejamos África y nos vamos a seguirle el rastro al vocablo árabe en Asia. Las lenguas turcas tomaron casi todas en préstamo el árabe kitāb: turco, kazajo, tártaro y bashkir kitap; azerí, kitab,
uzbeco kitob. Las únicas
excepciones entre las lenguas de esta familia son jakasio, yakuto y chuvasio, que como vimos, tomaron la
palabra "libro" del ruso. Lógico, si tenemos en cuenta que son lenguas que se
hablan en tierras de Siberia muy lejanas y apartadas del mundo árabe y musulmán. La palabra árabe también ha
pasado, vía Islam, a muchas lenguas indias y persas (aunque no a todas) y así,
tenemos kitāb
en persa, pastún y urdu, kitabi en zazaki o kitob
en tayiko, por ejemplo.
Pero en Oriente Próximo hay también lenguas que no
usan préstamos del árabe para “libro”. Haré mención a dos muy distintas, el
kurdo y el armenio. No deja de llamar la atención que el kurdo, a pesar de su
cercanía filogenética al zazaki y de estar rodeada de lenguas que usan kitāb, ya sea como palabra patrimonial o
como préstamo, utilice otra palabra totalmente distinta, pirtûk. ¿Habrán buscado los kurdos en su acervo lingüístico un vocablo que no les recuerde
al de las lenguas de los pueblos vecinos con los que tantos conflictos han
tenido y tienen? El armenio, lengua indoeuropea de un pueblo de mayoría cristiana,
tampoco usa, como era de esperar, el vocablo de origen árabe, La palabra que significa libro en esta
lengua es girk’. En antiguo armenio esta palabra no era más que el
plural de gir, “letras”, Y gir procede, una vez más, de
una raíz indoeuropea, *wer-, que significa “inscribir, grabar”.
Pustaka
La India tiene una larga
tradición literaria y cultural desde sus primeros escritos en sánscrito y, como
era de esperar, las distintas lenguas han tomado sus palabras para “libro” de
aquella lengua clásica. En sánscrito “libro” se decía pustaka, que pasó
al prácrito como putthaya; de estas formas, dentro de la familia
lingüística indoaria derivan, entre otras, bengalí pustôk
(donde
convive con ba’i), gujarati, hindi, nepalí y punjabí pustak, cachemir: pūthi y rajastaní, pothi. Nótese cómo en
urdu / hindi (que en realidad se tratan de la misma lengua, siendo la variante conocida como urdu la que usan los hablantes musulmanes y el hindi la que utilizan los hablantes no musulmanes), conviven la forma de origen
sánscrito pustak con el préstamo tomado del árabe kitāb.
La raíz de pustaka y putthaya pasó como préstamo a otras
lenguas de familias lingüísticas diferentes, tanto en el subcontinente indio
como en otras partes del lejano Oriente. Y así tenemos que para “libro” usan pustaka en malayo (donde convive con buku, del inglés book), pota en cingalés, puttagam en tamil y pustakam
en telugú. También pasó al tibetano como pus-ti-ka.
Shū
En chino mandarín la palabra para libro es shū (con variantes en los dialectos), procedente
del chino medio syo. Esta palabra
significaba, en principio, “(caña de) bambú”. Otra vez la palabra “libro” tiene
su origen en el soporte que se utilizó para escribir. La palabra ha pasado a un
montón de lenguas de Extremo Oriente de distinta filiación lingüística, y así
tenemos camboyano shiev-phow, un
compuesto con shū y phow, que significa “volumen”. También es un compuesto con shū el
tailandés h ̥ n ạ ŋ – s ụ̄ ɒ, que
significaría algo así como “piel de letras”. Esto es, una piel de animal (como
lo es el pergamino) que sirve para escribir. De shū proceden también el coreano chæg, el japonés sho-,
presente en el compuesto shoseki,
“librería”, y el vietnamita thu·, “colección”.
Pero shū no es la única palabra de origen chino que ha pasado a
otras lenguas con el sentido de “libro”. La raíz china cè,
que no se suele usar en mandarín, es posible que esté relacionada
etimológicametne con el vietnamita sách, “libro”,
pues ambas son lenguas de la misma familia. El japonés usa para “libro” han, quizás en relación con el chino běn, uno de cuyos
significados es “edición”,
“publicación”. Hay que tener en cuenta que lo que en la transcirpción de chino
se escribe como b, en realidad es una
p (Beijing, por ejemplo, se pronuncia “peiching”, mucho más cercano a nuestro
tradicional “Pekín”, ¿verdad?). Y que la p- inicial, en japonés antiguo se
perdió, dejando como rastro una h- aspirada. De esta raíz běn proceden
tambíén vocablos para “libro” de otras lenguas de Extremo Oriente, pero no vamos a
entrar en el detalle.