martes, 20 de diciembre de 2016

¿VAS HECHO UN ADEFESIO O HABLAS ADEFESIOS?







Como es sabido, los escritos que han trascendido de Pablo de Tarso, una de las figuras más relevantes del cristianismo, son sus “Epístolas”, incluidas como libros canónicos en el Nuevo Testamento. Una de ellas es la Epístola a los efesios, esto es, a los habitantes de Éfeso, antigua ciudad griega en la costa occidental de la actual Turquía. Este título en latín era (Epistula) ad Ephesios, y de esta expresión latina, ad Ephesios, procede la palabra castellana adefesio. La mayoría de los expertos actuales considera que la epístola no era en realidad de San Pablo, sino de un discípulo suyo, pero eso es una cuestión de autoría que no viene al caso para explicar la etimología de "adefesio".

Adefesio significa algo así como “persona extravagante o ridícula”, especialmente cuando hablamos de su forma de vestir o de su aspecto externo. Todo el mundo ha escuchado alguna vez “va hecho (o hecha) un adefesio”. También existe en nuestro idioma la expresión “hablar adefesios” con el sentido de hablar cosas ridículas o de tratar de convencer inútilmente de algo, especialmente cuando aquellas personas a quienes quieres convencer no están dispuestas a hacerte ni caso. Son varias las explicaciones que se han propuesto para este giro semántico.

El sacerdote y escritor catalán Joaquim Bastús, siguiendo a Covarrubias, daba en su obra La sabiduría de las naciones la siguiente explicación:

"Hubo en Éfeso un ciudadano llamado Hermodoro, a quien, por haber excitado con su brillante posición social la envidia de muchos de sus conciudadanos, resolvieron condenar al ostracismo: y, en efecto, fue inicuamente obligado a abandonar su patria por algunos años. Hermodoro y sus amigos intentaron varias veces hacer oír su voz y demostrar al pueblo de Éfeso su inculpabilidad e inocencia, mas nunca pudieron conseguir que dieran oído a sus disculpas, ni que se atendieran sus justificaciones, de donde nació el proverbio hablar ad efesios, cuando no se hace caso a nuestras palabras u observaciones."

Pero generalmente la hipótesis más aceptada (y que resume la RAE en la etimología de la voz “adefesio” de su diccionario) no hace referencia a Hermodoro, sino a San Pablo. Según esta teoría, cuando el apóstol llegó a la ciudad tratando de predicar el evangelio, los efesios no hicieron caso alguno de sus palabras, e incluso hicieron pasar al apóstol todo tipo de penalidades. En la ciudad de Éfeso había un templo muy importante dedicado a la diosa Ártemis. La magnificencia del templo era tal que fue incluido en la lista de las siete maravillas del mundo antiguo y los efesios tenían fama de sentir una gran veneración por dicha diosa, por lo que, seguramente, serían difíciles de convertir a una nueva fe y, según esta teoría, “hablar ad ephesios” quedó como sinónimo de “hablar y que no te hagan caso” o “decir cosas inútiles”.

Pero para Miguel de Unamuno esta explicación en las supuestas dificultades de Pablo en Éfeso para predicar el evangelio no tiene ningún sentido si tenemos en cuenta que dichas dificultades no serían muy distintas a las que se encontraría el apóstol en otras ciudades en la que predicó y cuyas prédicas han llegado también hasta nosotros en forma de cartas: tesalonicenses, corintios, gálatas, colonenses, etc. La conclusión del filósofo bilbaíno fue que la expresión provendría de que en el capítulo V de la Epístola a los efesios se dan consejos matrimoniales, indicando que "las casadas están sujetas a sus maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer", que los maridos han de amar a sus mujeres "así como Cristo amó a su Iglesia" y otras máximas que el pueblo casi nunca cumplía, por lo que se habría terminado relacionando “adefesio” con consejos o dichos absurdos y disparatados. Es decir, el origen de la palabra estaría en que las mujeres son muy díscolas y desobedientes, no cumplen los consejos matrimoniales recogidos en la Epistula ad Ephesios y no honran a su marido, cabeza de familia, como honra la Iglesia a Cristo. Hasta de esto tienen la culpa las mujeres según algunos, hay que ver.

Sea como fuere, del simple gentilicio de Éfeso recogido en el título de la famosa epístola se pasó al sentido de "decir cosas inútiles y extravagantes", y de ahí pasó a la propia persona, que quedaría calificada de extravagante y ridícula, siendo el último paso de esta evolución el considerarla no ya ridícula por sus palabras, sino simplemente por su aspecto.


Ruinas de Éfeso

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