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lunes, 19 de septiembre de 2016

LOS NOMBRES DEL LIBRO


Todo invento, todo avance cultural o tecnológico suele llevar consigo la palabra que lo designa de unas culturas a otras. Así lo vemos, por ejemplo, con el ordenador, cuya denominación en casi todas las lenguas procede del inglés computer o del francés ordinateur. Pero a veces, determinadas lenguas utilizan para designar el nuevo invento, aunque este sea importado, palabras que ya existían en su vocabulario nativo, dándoles un nuevo significado, ya sea mediante calcos semánticos o mediante otros recursos. Y así tenemos que para el teléfono en islandés no usan ningún vocablo relacionado con el resto de lenguas europeas (español teléfono, inglés telephone, etc.), sino síma, originalmente “cable”.

Para "libro" no hay, ni mucho menos, una palabra universal o casi universal. Cada lengua usa la suya, y luego algunas de las lenguas que en algún momento de la historia se han convertido en focos de irradiacón cultural (latín, lenguas romances, inglés, griego, árabe, chino, ruso...) han exportado su palabra para “libro” a otras lenguas. En ocasiones algunas de éstas han adoptado el préstamo como su única palabra para "libro", pero en otras han convertido el préstamo en un sinónimo que convive con otra palabra nativa, como veremos en algunos ejemplos. En general, la etimología de estas palabras puede basarse en ideas distintas a la hora de denominar al libro. En unos casos se hace referencia al soporte (ya fuera éste la corteza de un árbol, un papiro, etc.), en otros se alude al hecho de que el texto está compuesto por unos signos (letras), y se termina denominando al conjunto de esos signos (libro) con la misma palabra; finalmente, hay palabras para llamar a los libros que aluden a la acción misma de “escribir”, de “hacer marcas”, de “grabar o inscribir” esos signos.

En este post vamos a ver someramente las distintas palabras que se usan con el significado de "libro" y el origen de algunas de ellas, centrándonos especialmente en las más viajeras, las que más han pasado de unas lenguas a otras y han dejado su impronta en una zona mayor del globo. 

Mapa con la  la palabra "libro" en varios idiomas. Tomado de The Geography ‘of Book



Liber

“Libro” en latín se decía liber y de liber (en realidad de librum, que era la forma que cogía esa palabra cuando iba en la frase haciendo determinadas funciones gramaticales, como la de objeto directo), proceden casi todas las palabras usadas en las lenguas romances actuales: castellano e italiano libro, portugués livro, francés, livre, catalán llibre, asturiano llibru, occitano libre, etc. La gran excepción es el rumano, que no usa ningún derivado de librum, sino carte, procedente del lat. charta, “(rollo de) papiro” y, en última instancia, del griego χάρτης (chártēs), del mismo significado. El lat. charta. por cierto, es la palabra que ha dado resultados tan dispares en las lenguas como ingl. card (“tarjeta”) o esp. carta, ya sea la de los naipes, la que se envía por correo, la de navegación, etc.

El latín exportó su palabra librum a los pueblos celtas cuando éstos fueron cristianizados; hoy día tenemos derivados del vocablo latino en el gaélico leabhar (pronunciado algo así como /liaur/), galés llyfr o bretón levr. También son préstamos del latín el albanés libër y el euskera liburu. Y aunque el inglés usa para libro, como veremos más abajo, la raíz germánica presente en book, si usted está en una ciudad de habla inglesa y quiere ir a una biblioteca, preguntará por la library más cercana. En sus respectivas zonas de influencia colonial, el español prestó su libro al quechua (liwru) y al tagalo libro (donde convive con una palabra vernácula, aklat) mientras el portugués livro ha sido la base de los nombres del libro en los criollos de base portuguesa, como el caboverdiano livru.

Pero... ¿de dónde viene el latín liber? La etimología propuesta (pero no comúnmente aceptada) es que vendría de una raíz indoeuropea, *lup- o *leup- (cuando una palabra es una conjetura reconstruida por los lingüistas y no hay testimonio escrito de ella, se representa con un asterisco delante), que tendría el significado de “corteza (de un árbol)” o “pelar (la corteza de un árbol)”. ¿Y qué tienen que ver las cortezas de los árboles con los libros?, se preguntarán ustedes.... Bien, pues la idea es que el primer sitio donde nuestros ancestros indoeuropeos hacían inscripciones queriendo decir cosas era en las cortezas de los árboles, como las parejas de enamorados adolescentes de las películas. Idea, por cierto, que es la base de los alfabetos rúnicos escandinavos, creados expresamente para ser hechos con incisiones en la madera.



Los libri latinos eran rollos de papiro, con bastante menos capacidad que un libro actual de 100 o más hojas de papel. Cuando una obra literaria era algo extensa y no cabía en un liber, se numeraban los distintos libri que ocupara y por eso en las obras antiguas vemos que se usa la palabra “libro” como sinónimo de lo que hoy en día sería “parte”, “tomo” o “volumen”.


*bōks

Las lenguas germánicas designan todas al libro con evoluciones del antiguo germánico *bōks. De ella proceden inglés book, alemán Buch (escrito bukh en yiddish, la lengua judeoalemana), neerlandés boek (pronunciado /buk/, como en inglés), danés bog, noruego y sueco bok, islandés bók, etc. Para esta palabra germánica se ha propuesto también una etimología indoeuropea, en este caso la raíz *bheH2g-, “haya”. Estamos, por tanto, ante un nuevo caso en que la etimología parece querer indicarnos que el primer soporte que nuestros ancestros indoeuropeos utilizaron para escribir fueron las cortezas de los árboles, en este caso de las hayas. Esta raíz indoeuropea dio en griego phēgós, “roble” y en latín fagus, “haya”.

En cuanto a la exportación del vocablo germánico *bōks a lenguas no germánicas la cosa se complica bastante si tenemos en cuenta la preponderancia del inglés en todo el mundo en el último siglo y medio y, especialmente, en época colonial. Por ejemplo, en varias lenguas del sureste asiático (malayo, indonesio, balinés, sundanés, y javanés), “libro” se dice buku, aunque en algunas de ellas no está claro si lo han tomado del inglés book o del neerlandés boek.  Si nos vamos a África, tenemos derivados del inglés book, por ejemplo, en el malgache boky, lingala búku, somalí buug y shona bhuku. Book también la han tomado los japoneses, adaptándola como bukku, aunque allí convive con otra palabra posiblemente de origen chino de la que hablamos más abajo. 

No me resisto a comentar aquí, de pasada, que en muchos sitios (se ha convertido casi en un lugar común) ponen en relación el hausa boko con el inglés book, argumentando que boko haría referencia, por extensión, a la cultura occidental y que el nombre del grupo terrorista nigeriano Boko Haram querría decir algo así como “Se prohíbe la cultura occidental”. Todo muy traído por los pelos. En Paul Newman's Papers explican que  el hausa boko no tiene el significado de “libro”, sino de “farsa”, “fraude” y que su parecido con el inglés book es casual.


Biblíon y otras palabras griegas

En griego antiguo “libro” se decía βιβλίον (biblíon), que en principio significaba “rollo de papiro”, derivado de βίβλος (bíblos) “papiro”. Una vez más, se hace referencia al soporte que se utiliza para inscribir los signos con los que queremos transmitir el mensaje, en este caso los rollos de papiro, familia de plantas que, prensadas y procesadas mediante una determinada técnica, daban como resultado una superficie plana apta para le escritura. Se supone que bíblos designaba una especie de esta planta abundante en el entorno del Mar Egeo y que sería distinta de la del papiro egipcio –latín papyrus, griego pápyros-. Del griego antiguo deriva la palabra para “libro” del griego actual, βιβλίο (pronunciada /vivlío/). 

En la antigua Fenicia  existió una ciudad llamada en griego Byblos o Bíblos, que se corresponde con la actual Ŷubayl, cerca de Beirut. Bíblos era famosa por sus mercados de papiroy durante mucho tiempo se pensó que los griegos llamaron así a ese tipo de papiro por proceder de allí, de la misma forma que el material más usado para escribir sobre él durante la Edad Media, el pergamino, debe su nombre a la ciudad de Pérgamo. En realidad es justo al revés. La ciudad se llamaba en fenicio Gubla, y al adaptar los griegos ese nombre a su lengua, como para ellos era importante como mercado de bíbloi, deformaron un poco el nombre fenicio, dando Byblos. Es decir es el papiro el que ha dado nombre a la ciudad, y no al revés. 

El plural de biblíon era biblía, y de la expresión tà Biblía tà Hágia, “los Libros Sagrados”, abreviado luego simplemente en tà Biblía, viene el que se llame “Biblia” a las escrituras consideradas sagradas por el cristianismo. De biblíon derivan también todos los compuestos cultos relacionados con el mundo del libro, como bibliotecabiobliotecario, biblioteconomíabibliografía, etc.



Biblia en griego

Respecto a la palabra pápyros, “papiro”, que los griegos tomaron del egipcio, en esta última lengua significaba “flor del rey”, pues su elaboración era monopolio real. Cuando en la Edad Media apareció en Europa un material que servía como soporte de escritura mucho más barato que el pergamino y recordaba en cierta medida al papiro –que ya había caído en desuso-, se le volvió a llamar papyrus y esto dio origen en las lenguas modernas al fr. papier, ingl. paper, esp. papel, cat. paper, etc.

Pero hay otra raíz griega que ha terminado significando "libro" en varias lenguas de un mar tan alejado del  Egeo como puede ser el Báltico. Grámma significa "letra" en griego. Su raíz es la misma que la del verbo gráphein, "grabar", "inscribir". El plural de grámma era grámmata, que pasó al antiguo ruso como gramota, "documento", en una sinécdoque consistente en nombrar algo por los elementos que lo componen, de forma similar a la palabra inglesa letter, que puede ser "letra" o "carta". Pues bien, del gramota paleorruso se derivan las palabras que significan "libro" en estonio, raamat, y en letón, grāmata. En finlandés esta misma raíz se se usó para referirse al “libro por excelencia” para los cristianos y raamattu significa “Biblia”. Para “libro” en general, los finlandeses utilizan kirja, que originariamente significaba, “marca tallada, inscripción”. Sus vecinos los estonios usan esa raíz en kiri, “carta”.

Por cierto, que a la disciplina que estudia el buen uso de las grámmata, (esto es, de las letras), los griegos la llamaron grammatiké, y de ahí viene nuestra palabra gramática.


Kniga 

Puesto que los pueblos eslavos fueron alfabetizados a la vez que eran convertidos al cristianismo y, de hecho, el que unas lenguas eslavas utilicen actualmente el alfabeto latino y otras el cirílico depende de a qué religión se convirtieron, católica u ortodoxa, cabría esperar que ésta fuera la vía de introducción de la palabra “libro” en esas lenguas, bien desde el latín liber o bien desde el griego biblíon. Pues no. En todas  las lenguas eslavas el nombre del libro deriva de una raíz sin relación con los demás grupos de lenguas indoeuropeas, el protoeslavo *kъnjiga (el símbolo ъ, tomado del antiguo eslavo eclesiástico, representa una suerte de “u” muy breve). De esta raíz tenemos kъniga en ant.esl.ecl., kniga en ruso, búlgaro y macedonio, knyha en ucraniano y ruteno, kniha en bielorruso, checo y eslovaco, knjiga en serbocroata y esloveno, księga en polaco, etc. La forma rusa de esta palabra, kniga, pasó como préstamo a lenguas no eslavas habladas en Rusia o en territorios del antiguo imperio ruso y de la URSS, por ejemplo, lituano knyga, mari knaga, yakuto kinige, chuvasio kĕneke, jakasio kniga y osetio inyg o kiwnugæ (según los dialectos). También es posible que tenga su origen en esta raíz eslava el húngaro könyv. y el komi nebög.

El origen de la raíz eslava es desconocido, y como suele pasar en estos casos, se han lanzado hipótesis de lo más variopintas: que si el antiguo alto alemán kenning, “símbolo, signo”,  que si el gótico kunnan, “saber” que si el acadio kanikku, “objeto sellado”; “documento”, que si el antiguo chino küen, “rollo”, a través de alguna lengua turca... El eslavista polaco Aleksander Brückner considera que se trata de una palabra eslava nativa derivada del protoeslavo *kъnъ ‎(“tronco de un árbol”) con el sufijo -iga. El desarrollo, por tanto, habría sido similar al del *bʰehǵos ‎en las lenguas germánicas o de liber en latín.


Kitāb

Si hay una palabra para llamar a los libros viajera y que ha visto mundo, esa es el término árabe kitāb. La etimología, en este caso, es muy clara, pues kitāb procede de la raíz semítica k-t-b, “escribir”. Como es sabido, las lenguas semíticas funcionan de una manera un tanto distinta a las lenguas de nuestro entorno en lo que a la morfología y la derivación se refiere. En ellas, la raíz está compuesta única y exclusivamente por consonantes (generalmente tres), y las distintas formas gramaticales de las palabras, derivados, etc. se hacen cambiando las vocales que acompañan esas consonantes. Así, tenemos que de la raíz k-t-b salen kitāb, “libro”, en singular, pero kutub, “libros”, en plural; y también kátaba, “(él) escribió”, maktub, “pupitre” (ma- es un prefijo), maktaba, “biblioteca”, kātib, escritor, etc.  La mezquita de Marrakech (con su característico minarete almohade que sirvió de modelo a la Giralda de Sevilla) es conocida como la kutubiyya, “la de los libros” o "la librera", en referencia a que albergó una importante biblioteca en su interior, además de un gran mercado de libros en sus alrededores. Esa misma raíz está presente en muchas otras lenguas de la familia semítica, por ejemplo en maltés ktieb o arameo kṯāḇâ. Sin embargo en hebreo, a pesar de ser también una lengua semítica y de usar la misma raíz k-t-b para todo lo relacionado con la escritura, para “libro” utilizan una palabra distinta, sefer, que procede de la raíz s-p-r, y cuyo significado originario es “contar”.  


Marrakech: mezquita kutubiyya, "la librera"


Como decíamos más arriba, el árabe ha dado en préstamo la palabra kitāb, bien a través del comercio con pueblos vecinos, o bien por la expansión del islam, a muchas lenguas, tanto de África como de Asia. En África pasó sobre todo a las lenguas bantúes. Pero con ciertas particularidades curiosas que voy a explicar un poco. 

Las lenguas bantúes tienen “clases nominales”, esto es, un sistema de clasificación de los sustantivos que agrupa estos en función de alguna característica común, y los marca con algún prefijo o sufijo que identifica la clase nominal a la que pertenecen y para el que se establecen unas determinadas reglas de concordancia entre las distintas partes de la oración. Es decir, las clases nominales funcionan de la misma forma que el género en las lenguas indoeuropeas o semíticas, con la única diferencia de que los sistemas de categorización no guardan ninguna relación con el género o el sexo de personas o animales. Hay muchas lenguas con clases nominales en el mundo, no sólo en África, y algunas tienen, por ejemplo, clases nominales en función de la forma de los objetos que designan, dependiendo de si son cilíndricos, cuadrados, redondos, o no tienen ninguna de estas formas. Pues bien, las lenguas bantúes, entre ellas el suajili, marcan las clases nominales con prefijos. Y el suajili tomó la palabra árabe como kitabu, pero los hablantes la reinterpretaran como una raíz –tabu a la que se le añadía un prefijo de clase nominal ki-, que dio la casualidad de que era el prefijo de la clase 7, la que engloba objetos hechos por el hombre (como lo es un libro). Y como esta clase nominal hace el plural cambiando ki- por vi-, el resultado es que en dicha lengua “libro(s)” se dice kitabu en singular, pero vitabu en plural. En kinyarwanda “libro” se dice igitabu, también del árabe, pero tras un proceso de reinterpretación similar al del suajili.

Por lo explicado hasta aquí, pareciera que todas las lenguas de África han tomado la palabra del portugués livro, del inglés book o del árabe kitāb. Nada más lejos de la realidad, por supuesto. Por poner sólo unos ejemplos de lenguas que cuando entraron en contacto con la escritura empezaron a usar con el significado de “libro” palabras nativas, citaré el bambara gafɛ, el yoruba ìwé o el amhárico mets’ihāfi

Dejamos África y nos vamos a seguirle el rastro al vocablo árabe en Asia. Las lenguas turcas tomaron casi todas en préstamo el árabe kitāb: turco, kazajo, tártaro y bashkir kitap; azerí, kitab, uzbeco kitob. Las únicas excepciones entre las lenguas de esta familia son  jakasio, yakuto y chuvasio, que como vimos, tomaron la palabra "libro" del ruso. Lógico, si tenemos en cuenta que son lenguas que se hablan en tierras de Siberia muy lejanas y apartadas del mundo árabe y musulmán. La palabra árabe también ha pasado, vía Islam, a muchas lenguas indias y persas (aunque no a todas) y así, tenemos kitāb  en persa, pastún y urdu, kitabi en zazaki o kitob en tayiko, por ejemplo.

Pero en Oriente Próximo hay también lenguas que no usan préstamos del árabe para “libro”. Haré mención a dos muy distintas, el kurdo y el armenio. No deja de llamar la atención que el kurdo, a pesar de su cercanía filogenética al zazaki y de estar rodeada de lenguas que usan kitāb, ya sea como palabra patrimonial o como préstamo, utilice otra palabra totalmente distinta, pirtûk. ¿Habrán buscado los kurdos en su acervo lingüístico un vocablo que no les recuerde al de las lenguas de los pueblos vecinos con los que tantos conflictos han tenido y tienen? El armenio, lengua indoeuropea de un pueblo de mayoría cristiana, tampoco usa, como era de esperar, el vocablo de origen árabe, La palabra que significa libro en esta lengua es girk’. En antiguo armenio esta palabra no era más que el plural de gir, “letras”, Y gir procede, una vez más, de una raíz indoeuropea, *wer-, que significa “inscribir, grabar”.


Pustaka

La India tiene una larga tradición literaria y cultural desde sus primeros escritos en sánscrito y, como era de esperar, las distintas lenguas han tomado sus palabras para “libro” de aquella lengua clásica. En sánscrito “libro” se decía pustaka, que pasó al prácrito como putthaya; de estas formas, dentro de la familia lingüística indoaria derivan, entre otras, bengalí pustôk (donde convive con ba’i), gujarati, hindi, nepalí y punjabí pustak, cachemir: pūthi y rajastaní, pothi. Nótese cómo en urdu / hindi (que en realidad se tratan de la misma lengua, siendo la variante conocida como urdu la que usan los hablantes musulmanes y el hindi la que utilizan los hablantes no musulmanes), conviven la forma de origen sánscrito pustak con el préstamo tomado del árabe kitāb. 

La raíz de pustaka y putthaya pasó como préstamo a otras lenguas de familias lingüísticas diferentes, tanto en el subcontinente indio como en otras partes del lejano Oriente. Y así tenemos que para “libro” usan pustaka en malayo (donde convive con buku, del inglés book), pota en cingalés, puttagam en tamil y pustakam en telugú. También pasó al tibetano como pus-ti-ka.


Shū

En chino mandarín la palabra para libro es shū (con variantes en los dialectos), procedente del chino medio syo. Esta palabra significaba, en principio, “(caña de) bambú”. Otra vez la palabra “libro” tiene su origen en el soporte que se utilizó para escribir. La palabra ha pasado a un montón de lenguas de Extremo Oriente de distinta filiación lingüística, y así tenemos camboyano shiev-phow, un compuesto con shū y  phow, que significa “volumen”. También es un compuesto con shū el tailandés h ̥ n ạ ŋ – s ụ̄ ɒ, que significaría algo así como “piel de letras”. Esto es, una piel de animal (como lo es el pergamino) que sirve para escribir. De shū proceden también el coreano chæg, el japonés sho-, presente en el compuesto shoseki, “librería”, y el vietnamita thu·, “colección”.

Pero shū no es la única palabra de origen chino que ha pasado a otras lenguas con el sentido de “libro”. La raíz china cè, que no se suele usar en mandarín,  es posible que esté relacionada etimológicametne con el vietnamita sách, “libro”, pues ambas son lenguas de la misma familia. El japonés usa para “libro” han, quizás en relación con el chino běn, uno de cuyos significados esedición”, “publicación”. Hay que tener en cuenta que lo que en la transcirpción de chino se escribe como b, en realidad es una p (Beijing, por ejemplo, se pronuncia “peiching”, mucho más cercano a nuestro tradicional “Pekín”, ¿verdad?). Y que la p- inicial, en japonés antiguo se perdió, dejando como rastro una h- aspirada. De esta raíz běn proceden tambíén vocablos para “libro” de otras lenguas de Extremo Oriente, pero no vamos a entrar en el detalle. 


martes, 27 de agosto de 2013

CATALANISMOS EN CASTELLANO





Las relaciones entre Cataluña y España son y han sido siempre complejas. Y cuando digo complejas lo hago en el doble sentido de “difíciles” y a la vez de enmarañadas, compuestas de elementos muy diversos, complicadas de analizar en sus detalles. Sin ánimo de sacar conclusiones políticas de esto (no es mi intención meterme en esos berenjenales), lo español está presente en Cataluña, sí, pero también lo catalán está presente en el resto del Estado de forma mucho más abundante de lo que mucha gente cree. Una prueba de ello es el lenguaje. A nadie se le escapa que el catalán se ha visto influido, invadido a veces, por el castellano, pero lo que quizás muchas personas no sepan, o no sean tan conscientes de ello, es la influencia que el catalán ha ejercido sobre el castellano. Son numerosísimos los catalanismos que hay en esta lengua, y aquí voy a poner solo unos pocos ejemplos. El problema con este tema es que, dada la semejanza formal en muchos aspectos del catalán con el provenzal y, a veces, con el francés antiguo, en ocasiones no se sabe bien si una palabra procede de una u otra de estas lenguas y eso ha llevado a algunos filólogos que respondían a intereses extralingüísticos a negar a veces el origen catalán de algunos vocablos castellanos.   

Cuando hablamos de préstamo del catalán lo hacemos en un doble sentido: nos referimos tanto a las palabras de origen puramente catalán, pues designan algo tradicional suyo (por ejemplo, sardana, calçot), como también a las palabras que proceden de otra lengua, pero que han llegado al castellano a través del catalán. Ejemplo de este caso sería la palabra papel, del latín papyrum a través del catalán paper. También cabría distinguir entre los vocablos por un lado de origen catalán que han pasado al castellano común y se usan y están más o menos aceptados en esta lengua (si no en todo el ámbito hispanohablante, sí al menos en todo el territorio de habla castellana de España), y por otro los usos lingüísticos y calcos que hacen los propios catalanes al hablar castellano, pero que son desconocidos (o casi) fuera del ámbito catalanohablante, como plegar por “salir del trabajo”, colmado en el sentido de “tienda de comestibles” o similares.


Colmado en la calle del Rosselló, Barcelona


Un primer grupo de catalanismos en castellano sería el relacionado con la gastronomía. Como cualquier país, Cataluña tiene productos y platos propios y típicos y esos productos y platos viajan con sus denominaciones. Así, además del consabido cava, la bebida espumosa tan dada a sufrir boicot de los catalanófobos más recalcitrantes, tenemos la butifarra (del cat. botifarra, escrito con <o> pero pronunciado /buti'farrə/ en los dialectos orientales, entre ellos el barcelonés, que es de donde se suelen tomar las adaptaciones al castellano), el fuet o la coca. También el alioli, salsa que como su forma original en catalán indica, allioli, está hecha a base de ajo y aceite. Y no tiene nada que ver con echarle ajo a la mayonesa, por cierto. Una cosa es una mayonesa con ajo y otra muy distinta un alioli como Dios manda –me voy del tema, pero si no lo digo, reviento-. Si uno se pasa con el cava o el vino, es posible que acabe borracho, palabra tradicional para designar a los beodos en castellano que deriva de borracha, un tipo de bota para el vino. Pero, ¿de dónde viene borracha? Es muy posible (y así lo reconoce la propia Academia Española) que derive del catalán morratxa. En muchos bares y restaurantes de España se ha popularizado escribir pantumaca, palabra que, aunque todavía no ha sido recogida por el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), a mí me parece una muestra preciosa del ingenio de la lengua popular a la hora de adaptar el catalán pa amb tomàquet (literalmente, “pan con tomate”). Otros productos alimenticios cuyo nombre castellano procede del catalán son el dátil, palabra que el catalán tomó a su vez del latín dactylus y éste del gr. dáktylos. La primera acepción de esta palabra es en realidad “dedo”, pues los griegos llamaron así al fruto de las palmeras por su forma. También confite (confit), escarola o borraja (cat. borratja) son palabras de origen catalán. Y boj (boix) y clavel (clavell), aunque estas últimas sean plantas que no se comen (salvo excentricidades culinarias).


El famoso Pa amb tomàquet (lit. "pan con tomate"). La expresión catalana 
 se ha popularizado en muchos sitios de España como "pantumaca")


Pero no solo hay catalanismos gastronómicos para designar alimentos, sino también para designar utensilios, como el perol o la paella. Esta última palabra requiere una pequeña explicación: el catalán paella significa “sartén” en general, sin especificar si es de mango o de asas. Pero como las gentes valencianas para hacer su típico guiso de arroz utilizan una sartén especial de asas, la palabra paella pasó al castellano designando a la vez el guiso y el recipiente donde se hace. Después, algunos castellanohablantes inconscientes de que paella también designaba el recipiente, no sólo el guiso, inventaron el derivado paellera, no admitido todavía por el DRAE, pero propuesto para su próxima edición. En cualquier caso todo lo hablado hasta ahora son ricos manjares (cat. menjar) que cuestan dinero pero si alguien te los paga, entonces diremos que lo que hace es convidarte, cat. convidar (para que luego digan que los catalanes son tacaños). Lo malo es que ya no lo puede pagar con la que durante muchos años fue la moneda oficial de España, la peseta (cat. pesseta), pesetas que los mendigos y peregrinos se guardaban en la burjaca, "una especie de bolsa de cuero" y nosotros, a falta de otro sitio mejor, nos podemos guardar en la buchaca ("bolsillo"). Ambas palabras son primas hermanas y vienen del catalán butxaca. Pero si esas pesetas nos las gastamos en jugar a la lotería o algún otro juego de azar basado en números, es posible que queramos apostar a un número capicúa (del cat. cap i cua, "cabeza y cola").


Décimo de lotería con un número capicúa 
(del catalán cap i cua, "cabeza y cola")


La primacía del comercio marítimo catalán durante la Edad Media, tuvo que dejar su impronta en los préstamos de términos marítimos y de navegación que otras lenguas, entre ellas el castellano, tomaron del catalán. Entre estos catalanismos tenemos bajel, del cat. vaixell, bergantín, del italiano brigantino a través del catalán bergantí, nao, del cat. nau, que a su vez es cognado -es decir, palabra con la misma etimología- del castellano nave, o esquife, palabra curiosa que merece una mención aparte. Skif era la forma que tenía en longobardo una raíz germánica emparentada con el inglés ship, “barco”. Del longobardo pasó al italiano como schifo, de éste al catalán como esquif y finalmente de éste último al castellano como esquife. Zozobrar, del cat. sotsobrar,  es etimológicamente algo así como “ir arriba y abajo”, que es lo que hace un barco si hay un oleaje demasiado fuerte. El muelle, del cat. moll, es donde atracan los barcos para que suban y bajen las personas o las mercancías; Los barcos tienen un timón y el que conduce el timón es el timonel (del cat. timoner). También tenemos en castellano nombres de vientos de origen catalán, como el jaloque (viento del sudeste), del cat. xaloc, o la tramontana. Si al salir al mar no sabemos qué tiempo hará preguntaremos por a algún marinero experto por el oraje, adaptación al castellano de oratge, “tempestad”, palabra propia del catalán de Valencia y en desuso en el Principado. Y es posible que pesquemos rape (cat. rap) o jurel (cat. sorell), aunque la etimología de éste último es discutida. Hablando de navegantes, cuestión discutida es y será siempre el lugar de nacimiento de Colón. La hipótesis que más conoce la gente es que era genovés, pero también hay otras hipótesis que apuntan a un posible origen catalán o mallorquín. ¿Será Colón una adaptación al castellano del catalán Colom  más que del italiano Colombo? La verdad es que no hay nada claro al respecto y lo traigo aquí sólo como curiosidad.




Las relaciones comerciales, marítimas o no, así como la prosperidad artesanal catalana hasta el s. XVI e industrial a partir del XIX, han favorecido la entrada en el castellano de catalanismos referidos a distintos oficios o a la industria y el trabajo en general. Y así tenemos: bala (en el sentido de "fardo de mercancía"), mercería, mercader, oferta o granel (cat. granell); Si vendemos algo al por menor, decimos que se vende al detal (cat. detall), aunque en castellano exista la forma "detalle". El derecho de paso por algún sitio es el peaje (cat. peatge), tan polémico ahora mismo en las autopistas catalanas, y en las subastas lo que hacen los asistentes para tratar de adquirir lo que les interesa es pujar o sea subir el precio (pujar en cat. es “subir”). El edificio público donde se reúnen comerciantes y mercaderes es la lonja (cat. llotja), y el daño que puede sufrir una mercancía es una avería, del cat. avaria, y éste posiblemente del árabe awāriyyah, “mercancías estropeadas”, derivado de awār, “vicio, defecto”. Catalana es también la faena (del catalán antiguo faena, cat. actual feina, “trabajo”, palabra derivada de fer, “hacer”, en el sentido de “lo que hay que hacer"). La industria textil catalana dejó su impronta en el castellano en las palabras faja (cat. faixa), sastre, guante (cat. guant), calceta (en cat. diminutivo de calça), cortapisa o brocado (del italiano brocato, posiblemente a través del catalán brocat). En la orfebrería se trabaja con metales (cat. metall), palabra que aunque viene del latín metallum y ésta del gr. métallon, ha tenido que pasar a la fuerza por el catalán, de otro modo en castellano no habría perdido la sílaba final del latín. Y son imprescindibles los moldes (cat. motlle) y el crisol (cat. antiguo cresol); también el esmalte es posiblemente una palabra de origen viajero que entró en España a través del catalán esmalt procedente del franco smalt

Cataluña ha destacado también tradicionalmente en el terreno de las artes gráficas y muchos términos técnicos tradicionales de esta disciplina entraron en el español a través del catalán. Unos ejemplos pueden ser: imprenta (impremta), prensa (premsa), papel (ya explicada más arriba) o cartel (cat. cartell), etc. En el siglo XIX los trabajadores de una fábrica de Manlleu que se declararon en huelga fueron sustituidos por gente sin trabajo de una localidad vecina, L’Esquirol (hoy en el término muncipal de Santa Maria de Corcó), localidad que se llamaba así por estar plagada de ardillas (cat. esquirols) y desde entonces, a los que rompen una huelga se les llama esquiroles. Por cierto, aunque la palabra castellana huelga y su equivalente semántico catalán vaga no tengan nada que ver, resulta curioso ver cómo en ambas lenguas, para designar el arma fundamental de reivindicación de la clase trabajadora, se usan términos en cierto sentido despectivos: mientras en una lengua la huelga es una cosa de vagues (“vagos”), en la otra se deriva de holgar, que entre otras muchas cosas puede significar “yacer, descansar, estar ocioso, divertirse”, palabra que, además, si le aplicamos la fonética andaluza, ha dado la forma juerga al acervo castellano. Parece ser que la única diferencia entre los empresarios catalanes y los empresarios españoles es que unos consideran a los trabajadores que hacen huelga unos vagos; los otros, que son unos juerguistas. Son en cualquier caso, términos peyorativos (en origen) para un derecho de los trabajadores que reflejan cómo el lenguaje lo marcan en muchas ocasiones las clases dominantes. 

Después del trabajo, tanto a comerciantes como a trabajadores de la industria les apetecía algo de diversión y de ocio. Y en este terreno también encontramos catalanismos en castellano como gresca, burdel (cat. bordell), naipe (cat. naip), cimbel (cat. cimbell), cohete (cat. coet) o festejar



Una vez en casa, partiremos leña con el destral, si tenemos ganas, iremos al retrete (cat. retret, “retirado, apartado”), abriremos o llamaremos a la puerta con un picaporte (del cat. picaporta). Si estamos cansados, nos sentaremos y pondremos los pies en un escabel (del cat. antiguo escabell). Por último, me queda citar algunos catalanismos en el castellano en el ámbito religioso: calonge (desusado, procedente del cat. canonge, “canónigo”), maitines, seo (cat. seu) o sor. 

Como dije al principio, los catalanismos en castellano, aun eliminando de la lista los discutidos, son muy numerosos, y en esta entrada sólo he querido poner unas cuantas palabras a modo de ejemplo. Espero que os haya gustado y que no os haya llevado mucho tiempo leerlo. En cualquier caso, siempre podréis mirar la hora en vuestro reloj, palabra procedente del latín horologium (gr. hōrológion) a través del cat. rellotge