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domingo, 1 de diciembre de 2013

ÚLTIMOS HABLANTES (IV): SHANAWDITHIT, "PRINCESA DE TERRANOVA", Y EL BEOTHUK


En un hospital de Saint John, la capital de la isla de Terranova, está ingresada una muchacha indígena, de la etnia beothuk. Tiene 27 años. Se llama Shanawdithit, pero los ingleses se han empeñado en llamarla Nancy April. Es la última superviviente de su pueblo y de su lengua. Lleva mucho tiempo luchando contra la tuberculosis y está claro que va a perder la batalla. Corre el año 1829 y todavía falta mucho para que se encuentre un remedio. Shanawdithit está asustada, y en la cama del hospital tiene tiempo, mucho tiempo, para pensar y recordar. No puede evitar acordarse de su extinta tribu y de sus familiares: de su padre, que murió seis años antes al caerse en el hielo; de su madre, su hermana y su tía, que murieron de la misma enfermedad que se la va a llevar a ella en breve… La tuberculosis y otras enfermedades traídas a Terranova por los europeos hacían estragos entre los pueblos indígenas, que no las habían conocido hasta ese momento. 

Isla de Terranova

Recuerda también Nancy April cómo capturaron a toda su familia en 1819, cuando los ingleses remontaron el río Exploits para meter en vereda a los pocos irredentos beothuk que quedaban, reacios a aceptar la dominación inglesa que les estaban llevando a la desaparición de su tribu y su mundo, y mostraban su rebeldía contra el hombre blanco haciendo correrías, saqueos y pillajes por los pueblos de los colonos británicos. La expedición, ordenada por el Gobernador de la colonia, era capitaneada por John Peyton Jr., uno de los europeos para los que Shanawdithit tuvo que trabajar de sirviente después de la captura de su familia, y el hombre del que ella aprendió la lengua de los hombres blancos, el inglés. Y recuerda también a su otro señor, William E. Cormack, emprendedor escocés afincado en Terranova. Humanista y filántropo, Cormack estaba interesadísimo en el idioma y la cultura beothuk y utilizó a Nancy April de informante, tomando notas de todo lo que ella decía en la lengua de su pueblo. Pero Cormack tuvo que abandonar Terranova para volver a Gran Bretaña y Shanawdithit, ya enferma, fue cuidada por el Procurador General, James Simms y por el Dr. Sir William Carlson, otra personalidad de la isla en aquel momento. 

Los beothuk eran uno de los pueblos indígenas de Terranova a la llegada de los ingleses. Había otros, como los micmac, con quienes los beothuk se consideraban emparentados, pues había habido muchos cruces y mestizajes entre ambas tribus. Sin embargo, la presencia de indígenas en la isla debe de ser relativamente reciente y no anterior al siglo XI, cuando vikingos procedentes de Islandia fondearon estas costas sin encontrar nativos. Hay indicios arqueológicos de presencia humana en Terranova mucho más antiguos, pero se trataría de pueblos que migraron hacia otras zonas de América. Los beothuk, por tanto, llegaron a la isla en algún momento entre las navegaciones vikingas y la colonización inglesa, procedentes muy probablemente de la vecina Península de Labrador. Poco se sabe de la lengua beothuk, debido a la escasez de los testimonios, por lo que no sólo es una lengua muerta, sino prácticamente perdida en el olvido. Se sabe que beothuk quiere decir “gente”. Es decir, este pueblo se llamaba a sí mismo “la gente”. Algunos especialistas consideran que era una lengua de la familia algonquina y estaría, por tanto, emparentada con el arapahoe, el cheyenne o el micmac del que hablábamos antes, entre otras. Pero otros autores, como Ives Goddard y Lyle Campbell, no están de acuerdo con esa clasificación y prefieren considerar al beothuk una lengua aislada, sin otros idiomas emparentados con ella. Y es que la variedad de lenguas de la América precolombina es apabullante, y a veces es incluso muy difícil su clasificación en "familias" lingüísticas.   

Representación de un campamento beothuk

Los beothuk nunca se llevaron bien con los colonizadores europeos, las luchas eran constantes. Y querían, como todos los pueblos, mantener sus raíces, su cultura y su identidad. Pero finalmente, las luchas y las enfermedades que los europeos trajeron a América acabaron con ellos. Shanawdithit, Nancy April, murió con 27 años un 6 de junio de 1829 y con ella murió no solo una lengua, sino también el pueblo que la hablaba. 

Existe algún que otro supuesto testimonio posterior de lengua beothuk. En 1910 un antropólogo llamado Frank Speck grabó a una anciana de 75 años cantando una canción supuestamente en dicha lengua. La anciana se llamaba Santu Toney y alegaba que la canción se la había enseñado su padre (lo cual probaría, además, la existencia de gentes de la etnia beothuk después de la muerte de Shanawdithit). Pero las palabras de la grabación son difíciles de entender. Y eso que investigadores modernos han intentado hacer una transcripción con métodos actuales. Ya en 1914, el entonces Director de Estudios Geológicos de Terranova, que llevó a cabo estudios sobre la historia de los beothuk durante más de 40 años, dudó de la veracidad del testimonio de Santu Toney. 

El Hospital de Saint John donó el cráneo de Shanawdithit al Real Colegio de Médicos de Londres para su estudio y enterró el resto del cuerpo. El cráneo se conservó en la capital británica hasta la Segunda Guerra Mundial, momento en que se perdió durante un bombardeo alemán. Shanawdithit alcanzó cierta popularidad entre los terranovenses. En 1851 un periódico local, el Newfoundlander, la llamó “la Princesa de Terranova”.


Ver también: 

Últimos hablantes (I): córnico y manés.
Últimos hablantes (II): Tuone Udaina y el dálmata.
Últimos hablantes (III): Walter Sutherland y el norn.

jueves, 14 de noviembre de 2013

ÚLTIMOS HABLANTES (III): WALTER SUTHERLAND Y EL NORN


En nuestro repaso a las lenguas con certificado de defunción volvemos a las Islas Británicas, esta vez a dos pequeños archipiélagos tomados convencionalmente como el límite septentrional entre el Océano Atlántico y el Mar del Norte: las islas Orcadas (en inglés, Orkney) y las Shetland, conocidos en su conjunto en inglés como Northern Isles (las islas del Norte). Las Orcadas se sitúan a 16 km. de la costa escocesa, las Shetland, más al norte, entre Gran Bretaña, las islas Féroe (Dinamarca) y la costa noruega. Administrativamente, ambos archipiélagos forman parte de Escocia, una de las cuatro naciones constitutivas del Reino Unido.


Localización de las Islas Orcadas y Shetland  en Escocia


Y es que este alejado rincón del Reino Unido fue el territorio donde en otro tiempo se habló el norn, lengua derivada, como el sueco, el noruego o el islandés, del antiguo nórdico. También es posible que se hablara en Caithness, el punto más septentrional de la isla de Gran Bretaña. ¿Y cómo es posible, os preguntaréis, que el antiguo nórdico llegara hasta aquí? Pues de la mano de los vikingos, aguerridos navegantes y guerreros escandinavos que no tenían miedo de navegar por las procelosas y frías aguas del Mar del Norte ni del Atlántico septentrional. En el siglo IX Escocia estaba habitada por gaélicos y pictos, ambos pueblos celtas, y el reino de estos últimos estaba en manos de Donald II de Alba (Alba era el nombre con el que se conocía entonces a Escocia, no es que casa ducal española de ese título anduviera ya por allí), quien no pudo evitar que los vikingos capturasen este conjunto de islas, además de las Hébridas y alguna que otra ciudad de la costa norte de Gran Bretaña, y que finalmente el rey Harald I “Cabellera Hermosa” (en noruego Harald Hårfagre, en inglés Harald Fairhair), que suele ser considerado por las crónicas medievales el primer rey de Noruega, añadiera todos esos territorios a sus dominios. Y es que los noruegos tenían la intención de utilizar las Islas del Norte como base de operaciones para las posteriores conquistas de Inglaterra, Irlanda, Islandia y de todo lo que se le pusiera por delante. No se sabe muy bien qué pasó con la población precedente de las islas, los pictos, ni siquiera si las Shetland estaban habitadas. Pero el caso es que el antiguo nórdico llegó a esos pagos y se quedó una buena temporada.


Harald I y su padre, en una ilustración del siglo XIV



Las islas permanecieron en manos noruegas hasta los años 1468 (Orcades) y 1469 (Shetland), que fueron devueltas a Escocia cuando reinaba en ésta Jaime III. A partir de ese momento el norn cayó en desuso y fue paulatinamente minorizado por el gobierno y la Iglesia de Escocia. Aunque es probable que la decadencia del norn empezara 100 años antes en el caso de las Orcades, cuando el rey de Noruega entregó el cargo de earl de las islas al clan de los Sinclair y el scots (la lengua germánica propia de Escocia, tan afín al inglés que hoy pasa por ser un dialecto de éste) se convirtió en la lengua de prestigio. A pesar de todo, el norn se conservó como primera lengua por un gran número de hablantes de ambos archipiélagos hasta finales del siglo XVI en las Orcades y hasta mediados del XVII en las Shetland, pues como suele suceder en estos casos, cuanto más alejado y aislado está un paraje geográficamente, más probabilidades hay de que conserve la variedad lingüística en retroceso. Y así, los últimos testimonios de hablantes de norn proceden de las islas de Foula y Unst, las más septentrionales del ya de por sí septentrional archipiélago de las Shetland. 








Lenguas de Escocia en el siglo XV: en naranja, el norn,  en azul el gaélico escocés, en amarillo el scots/inglés



Y de un pueblo de Unst era Walter Sutherland, muerto en 1850, y que pasa por ser el último hablante nativo conocido de norn. Aunque, como hemos visto que sucede en otras ocasiones, no todo el mundo está de acuerdo con este dato. Jakob Jakobsen, un importante lingüista oriundo de las islas Féroe (al que no hay que confundir con Jacob Jacobsen, el industrial danés que inventó la cerveza Carlsberg), se fue a vivir a Escocia y terminó llevando a cabo, a finales del siglo XIX, un prolijo trabajo de campo de la lengua norn de las Shetland, para lo cual entrevistó a varias personas que presentó como “últimos hablantes de norn”, entre ellas James John Haldane Burgess, un ilustrado hombre de aquellas islas, historiador, poeta, lingüista, violinista, socialista y esperantista, todo en uno. Cómo se nota que en aquella época no había televisión. 

Las características gramaticales del norn eran muy similares a la de otras lenguas escandinavas. La toponimia de las islas Shetland se asemeja mucho, aún hoy en día, a la de la costa occidental noruega. Dentro de la clasificación dialectal del antiguo nórdico, el norn se situaría en el grupo escandinavo occidental,  junto con el noruego, el islandés y, muy especialmente, el feroés, con quien compartía numerosos rasgos fonológicos y gramaticales y mantuvo uno alto grado de ininteligibilidad mutua. Como muestra textual de esta lengua, aquí os dejo el Padrenuestro en norn de las islas Shetland. Incluso para un profano, su carácter de lengua nórdica salta a la vista. Al fin y al cabo, tal y como queda explicado en el post, el norn era un derivado de la lengua de Vikie el Vikingo. 
Fy vor or er i Chimeri. Halaght vara nam dit. La Konungdum din cumma.La vill din vera guerde i vrildin sindaeri chimeri. Gav vus dagh u dagloght brau.Forgive sindorwara sin vi forgiva gem ao sinda gainst wus. Lia wus ikè o vera tempa, but delivra wus fro adlu idlu. For do i ir Kongungdum, u puri, u glory. Amen. 

lunes, 7 de octubre de 2013

ÚLTIMOS HABLANTES (II): TUONE UDAINA Y EL DÁLMATA


En el post anterior sobre este tema, tras una pequeña introducción en la que expliqué a qué se aplica la expresión “lengua muerta” y que hay unas cuantas lenguas que tienen como fecha de defunción simbólica el día que murió el último de sus hablantes, conté resumidamente algo sobre los últimos hablantes de manés y córnico, dos lenguas celtas de las Islas Británicas. 

Ahora cruzamos media Europa y nos vamos al mar Adriático. Dalmacia es una de las regiones históricas de la actual república de Croacia, aunque una pequeña parte de su territorio queda hoy en día en Bosnia y en Montenegro. En esta república exyugoslava las regiones no tienen ninguna entidad político-administrativa, pues la única organización territorial existente entre los municipios y el Estado es el condado, pero sus denominaciones se siguen usando como referentes. Dos de estas regiones tienen salida al mar: Istria al norte y Dalmacia al sur. En tiempos del Imperio Romano la zona era conocida como Iliria, y cuando el Imperio cayó y Dalmacia fue invadida por los bárbaros (en un primer momento, hérulos y ostrogodos, de estirpe germánica; después, sorabos y croatas, de etnia eslava), la población ilirio-latina se refugió en las islas del Adriático. Al igual que en otras partes, el latín hablado en la zona fue evolucionando de forma propia, dando origen a la lengua dálmata (la cual era, por tanto, una lengua romance, igual que el galaico-portugués, el castellano, el catalán, el occitano, el francés, el italiano, el rumano, etc.). Pero arrinconada en las islas, se vio siempre amenazada, por el croata primero (que es la lengua que se impuso en la Dalmacia continental) y por el venéto después, pues la República de Venecia conquistó la zona a principios del siglo XV y estableció muchas colonias por toda la costa oriental del Adriático. En Zadar, al norte, el dálmata desapareció enseguida. En cambio en la República de Ragusa (la actual Dubrovnik), que consiguió mantenerse independiente de Venecia durante mucho tiempo, llegó a ser la lengua oficial.   

En rosa, los territorios de la República de Venecia


A los lingüistas les encanta no sólo estudiar las lenguas, su historia y su evolución, sino también hacer clasificaciones con ellas, agruparlas y desagruparlas. Y suelen subdividir las lenguas romances en dos grandes grupos, la Romania Occidental y la Romania Oriental. El criterio en el que basan esta clasificación se sustenta principalmente en determinados rasgos gramaticales, como la formación del plural de los sustantivos, que en las lenguas romances orientales suele ser en vocal y en las occidentales en –s (compárese, por ej., el italiano amici con el francés amis, catalán amics, o castellano y portugués amigos) , y en algunos rasgos más de índole fonética. La línea que separaría ambos grupos sería la conocida como línea La Spezia-Rímini, en Italia, que recorrería más o menos en oblicuo, de Oeste a Este, el istmo que separa la Italia peninsular del Valle del Po. De acuerdo con esa clasificación, lenguas tan distintas como el italiano (que se originó en la Toscana, al sur de esa línea, aunque ahora se hable también en las regiones del norte) y el rumano pertenecerían al grupo oriental. Por este motivo siempre se ha considerado que el dálmata sería algo así como el paso intermedio entre las lenguas de Italia y las rumanas, una especie de “eslabón” que le faltaba a la Romania Oriental, pero la características peculiares de esta lengua, sin parangón en algunos casos con el resto de las lenguas romances, hacen difícil el encaje del dálmata entre el italiano y el rumano. 

El principal rasgo que lo diferencia de sus lenguas hermanas es su peculiar tratamiento de las vocales latinas. Muchas de estas se convertían en diptongos con resultados que no se dan en el resto de la Romania. No hay más que leer un breve texto como el “Padre Nuestro” para darse cuenta de ello. 


Tuota nuester, che te sante intel sil, sait santificuot el naun to. Vigna el raigno to. Sait fuot la voluntuot toa, coisa in sil, coisa in tiara. Duote costa dai el pun nuester cotidiun e remetiaj le nuestre debete, coisa nojiltri remetiaime a i nuestri debetuar. E naun ne menur in tentatiaun, miu deleberiajne dal mal. 


También pondré como pequeño testimonio los números del 1 al 10, para que os divirtáis contando en esta lengua que, a pesar de ser romance, parece tan exótica. 

1. jóin , jóina 
2. doi
3. tra
4. kuátro
5. ćenk
6. si
7. s(i)ápto
8. guápto
9. nu(f)
10. dik

El dálmata se subdividía en dos dialectos principales, el septentrional o vegliota, hablado en la isla de Veglia (el nombre en italiano para la isla que en croata tiene un denominación impronunciable para nosotros, Krk), y el meridional o ragusano. Pero mientras que el ragusano, que ya hemos visto que llegó a tener carácter oficial en la República de Ragusa, se perdió a lo largo del siglo XVIII, el vegliota era el dialecto que hablaba Tuone Udaina (Antonio Udina en la versión italiana de su nombre), que pasa por ser el último hablante nativo de dálmata. Nacido en 1821 en Veglia, Udaina era de extracción humilde y, como él mismo dijo, sólo fue a la escuela durante tres años: 

Yu yay foyt a skol day tšink yayn e dapú yu vay stat a skol tra yayn; yu yay studyút fenta i vapto yayn


(“Yo fui a la escuela desde los cinco años y después estuve en la escuela tres años; he estudiado hasta los ocho años”). [M. Bartoli, Das Dalmatische, Viena, 1906]


                                                  
Tuone Udaina (Antonio Udina en italiano)


Aunque poco se sabe de su biografía, dicen que Tuone Udaina trabajó como barbero toda su vida, lo que le valió el apodo de Burbur, que en dálmata quiere decir precisamente eso, “barbero”. Cuando a finales del XIX el filólogo italiano Matteo Bartoli se enteró de que el dálmata estaba a punto de desaparecer y que sólo quedaba un hablante, allá que se fue en 1897 a visitarlo, con el gramófono en la mano (invento reciente en la época) para grabar a Udaina hablando esa lengua en vías de extinción y dejar un documento sonoro para la posteridad. Udaina aprendió dálmata de pequeño, de oír las conversaciones privadas de sus progenitores, pero no era la lengua que utilizaban estos para dirigirse a él. Esto, sumado al hecho de que cuando Bartoli entró en contacto con él, Udaina llevaba ya 20 años sin hablar dálmata con nadie (hablaba también véneto y alemán), hace que la labor este último hablante nativo como informante no fuera precisamente óptima desde el punto de vista filológico. Aún así, Bartoli llevó a cabo un completo estudio de esta lengua, el más completo existente hasta ahora. Lamentablemente, el original de la obra de Bartoli en italiano se ha perdido, y solo se conserva su traducción al alemán publicada en 1906, Das Dalmatische). 

Una mina de tierra colocada por algún terrorista de los que tanto pululaban por el Imperio Austro-Húngaro se interpuso en el camino de Tuone Udaina el 10 de junio de 1898. Esa mina se llevó por delante no sólo a un hombre, sino también a una lengua de la que él era el último vestigio vivo, el dálmata. Pocas lenguas tienen marcada su desaparición de la faz de la Tierra como lengua viva con tanta exactitud.

Ver también:
Últimos hablantes (I): córnico y manés. 
Últimos hablantes (III): Walter Sutherland y el norn.

Últimos hablantes (IV): Shanawdithit, "princesa de Terranova" y el beothuk.

viernes, 4 de octubre de 2013

ÚLTIMOS HABLANTES (I): CÓRNICO Y MANÉS



INTRODUCCIÓN 


A menudo utilizamos la expresión “lenguas muertas” para referirnos a los idiomas que no se hablan en la actualidad pero de los que tenemos constancia, por documentos escritos y en algunos casos sonoros de que alguna vez se hablaron. Pero una lengua ha podido dejar de hablarse por dos supuestos completamente distintos: 

- Porque ha cambiado con el paso del tiempo de tal forma que ha dado lugar a la formación de otras lenguas distintas. Sería el caso del latín, el sánscrito o el griego clásico. 

- Porque ha ido perdiendo hablantes hasta que ha desaparecido el último conocido y, con él, la lengua en cuestión. 

Las lenguas del primer caso en realidad no han “muerto”, no han dejado de hablarse porque desaparecieran, sino porque han evolucionado de tal forma que los hablantes actuales de los resultados de sus evoluciones no entienden el estadio antiguo al que se califica como “lengua muerta”. Pero no tienen fecha de defunción. No hay un día concreto de un año concreto en que se dejara de hablar latín para empezar a hablar castellano, francés, catalán o italiano. No hay tampoco una fecha para señalar la “muerte” del griego clásico y el “nacimiento” del griego moderno. Tanto en un caso como en el otro lo que ha habido es, simplemente, un cambio constante de la lengua, una evolución que ha llevado, en un mayor o menor lapso de tiempo, a la incomprensión del texto antiguo que sirve de testimonio del estadio anterior de la lengua. Por razones históricas y políticas a la lengua que se habla en Grecia se le sigue llamando griego, a pesar de que, sin una preparación académica adecuada, una ciudadana griega actual tendría los mismos problemas para leer directamente a Aristóteles que un ciudadano español para leer a Séneca. Sin embargo a las distintas evoluciones del latín se las conoce con los distintos etnónimos de los países donde se hablan o donde se originaron y a ninguna de esas variantes se les puede llamar “latín moderno”, porque en realidad todas los son. La expresión de “lengua muerta” aplicada a estos idiomas es en cualquier caso un tanto discutida y falsa.  

No pasa así con otras muchas lenguas, las del segundo caso, a las que se les ha puesto fecha de muerte y casi se les ha hecho el correspondiente certificado de defunción, si me apuran. Son lenguas que han desaparecido simplemente porque fueron perdiendo hablantes hasta que murió el último de ellos. Y como las muertes de personas quedan normalmente registradas, los fallecimientos de esos últimos hablantes sirven para señalar, simbólicamente, la desaparición total de los idiomas que se perdieron con ellos. Los ejemplos son muchos y variados a lo ancho y largo del globo. En esta primera parte hablaremos de dos lenguas de las Islas Británcias con fecha de defunción, aunque parece que tímidamente están “resucitando”: el córnico y el manés. 


CÓRNICO 

El córnico era una lengua celta. Las lenguas celtas que han sobrevivido hasta la era moderna se subdividen en dos grupos el gaélico o goidélico (al cual pertenecen el irlandés, el escocés y el manés –del que hablaremos más adelante) y el grupo britónico, al cual pertenecen el galés, el bretón y el córnico. Este último se hablaba en el condado inglés de Cornualles (en inglés, Cornwall, en córnico, Kernow). A lo largo de su historia se fue viendo paulatinamente sustituido por el inglés y perdiendo hablantes hasta que, según se cree, se extinguió a finales del siglo XVIII. Tradicionalmente se dice que su última hablante nativa fue Dolly Pentreath, una señora que murió en 1777 y cuyas últimas palabras, según la leyenda, fueron Me ne vidn cewsel Sawznek! (“¡Yo nunca hablaré inglés!”). Louis Loucien Bonaparte estableció en 1860 un monumento en su honor en la iglesia del pueblo.


                                                         La región de Cornualles (Inglaterra)


Pero parece que en esto de considerar a la vieja Dolly la última hablante de córnico hay más de leyenda romántica que de verdad, y que hay vestigios y testimonios de hablantes posteriores, como William Bodinar, muerto en 1794 y que, aunque no era hablante nativo, lo aprendió muy bien de niño, o Anne Wallis, fallecida en 1844 o incluso un granjero llamado John Davey muerto en 1891. Parece ser que este último es que tiene todas las papeletas para ser considerado el último hablante tradicional de córnico. 

                                  Retroceso a lo largo del tiempo del territorio donde se hablaba córnico


Durante todo el siglo XX los esfuerzos por recuperar el córnico han sido notables y están dando sus frutos. Hoy en día vuelve a haber hablantes de córnico, se estudia como asignatura optativa en las escuelas y hay un programa de radio semanal en córnico en Radio Cornwall. Existen además diversas asociaciones de protección de la lengua.

Mapa de Cornualles con los principales topónimos en córnico y en inglés 


MANÉS

La isla de Man se encuentra en el Mar de Irlanda. En su organización política es una dependencia de la Corona Británica y el Reino Unido es el responsable de su representación internacional y defensa, pero en todo lo demás goza de un estatus político y jurídico independiente del británico y ni siquiera forma parte del Reino Unido. 

Localización de la isla de Man en las Islas Británicas


En la isla se hablaba manés (en inglés Manx, en manés Gaelg Vanninag). Se trata, como dijimos más arriba, de una lengua celta, pero esta vez dentro del subgrupo gaélico y estrechamente relacionada, por tanto, con el gaélico escocés y con el irlandés. Se supone que el manés es el resultado de la evolución en la isla de la lengua que llevaron las migraciones irlandesas que se produjeron hacia los siglos IV y V d.C. y que presuntamente debieron de propiciar la desaparición de otro idioma anterior del que no hay constancia, pero que sería una lengua britónica (esto es, del otro grupo de las lenguas celtas insulares). Desde las invasiones vikingas del siglo IX hasta el siglo XIII la isla estuvo bajo el control de reyes escandinavos y, nominalmente, era de soberanía noruega, lo cual dejó también su impronta en el manés. A partir del siglo XIV la isla pasó a ser posesión de la corona inglesa, pero el gaélico manés sobrevivió hasta el siglo XVIII y no fue hasta el XIX cuando se notó su declive. En 1831 todavía lo hablaba regularmente el 30% de la población. En 1907 el número de hablantes de manés no llegaba al millar de personas. El último hablante nativo fue un pescador llamado Ned Maddrell, fallecido el 27 de noviembre de 1974 a la provecta edad de 97 años. El interés de algunos ciudadanos maneses y de los filólogos  por preservar esta lengua hizo que Ned adquiriera cierta popularidad, de la cual él disfrutaba, y que se prestara a hacer grabaciones hablándola. En 1948, por ejemplo, grabó estas frases en manés y en inglés. 

Dooyrt Ballooilley rish:
Ballooilley le dijo:
"Vel ny partanyn snaue, Joe?""¿Se arrastran los cangrejos, Joe?"
"Cha nel monney, cha nel monney," dooyrt Joe. "T'ad feer ghoan.""No mucho, no mucho," dijo Joe. "Están muy raros.” 

Este caso no es el único de grabaciones a últimos hablantes de una lengua, como veremos en posts venideros.

Igual que pasaba, como vimos, con Dolly Pentreath y el córnico, la idea de que Ned Maddrell fuera el último hablante nativo de manés no es aceptada universalmente. Los que la rechazan argumentan que, tras años de intentos por preservarla y recuperarla, hoy en día existen niños que tienen el manés como primera lengua  (hecho al que algunos objetan que son “hablantes nativos” de una forma moderna, recuperada y, por tanto, artificial de manés, de forma parecida a lo que ocurre con los jóvenes israelíes y el hebreo). Por otra parte, muchos hablantes nativos de manés no lo usaban públicamente, pues la lengua adquirió cierto estigma social, y es posible que algunos hayan pasado desapercibidos. Existe, por ejemplo, una historia sin confirmar sobre la existencia de un hablante nativo que murió en Chicago en los años 80, unos diez años después de Ned Maddrell.

Sea como fuere, Ned tuvo la suficiente sagacidad como pasar a la historia por un hecho circunstancial: ser el último hablante de una lengua. Y, aunque como hemos visto, el manés se está tratando de recuperar y vuelve a tener hablantes, la fecha de muerte de Maddrell es considerada por muchos la fecha de muerte de esta lengua gaélica.