martes, 27 de agosto de 2013

CATALANISMOS EN CASTELLANO





Las relaciones entre Cataluña y España son y han sido siempre complejas. Y cuando digo complejas lo hago en el doble sentido de “difíciles” y a la vez de enmarañadas, compuestas de elementos muy diversos, complicadas de analizar en sus detalles. Sin ánimo de sacar conclusiones políticas de esto (no es mi intención meterme en esos berenjenales), lo español está presente en Cataluña, sí, pero también lo catalán está presente en el resto del Estado de forma mucho más abundante de lo que mucha gente cree. Una prueba de ello es el lenguaje. A nadie se le escapa que el catalán se ha visto influido, invadido a veces, por el castellano, pero lo que quizás muchas personas no sepan, o no sean tan conscientes de ello, es la influencia que el catalán ha ejercido sobre el castellano. Son numerosísimos los catalanismos que hay en esta lengua, y aquí voy a poner solo unos pocos ejemplos. El problema con este tema es que, dada la semejanza formal en muchos aspectos del catalán con el provenzal y, a veces, con el francés antiguo, en ocasiones no se sabe bien si una palabra procede de una u otra de estas lenguas y eso ha llevado a algunos filólogos que respondían a intereses extralingüísticos a negar a veces el origen catalán de algunos vocablos castellanos.   

Cuando hablamos de préstamo del catalán lo hacemos en un doble sentido: nos referimos tanto a las palabras de origen puramente catalán, pues designan algo tradicional suyo (por ejemplo, sardana, calçot), como también a las palabras que proceden de otra lengua, pero que han llegado al castellano a través del catalán. Ejemplo de este caso sería la palabra papel, del latín papyrum a través del catalán paper. También cabría distinguir entre los vocablos por un lado de origen catalán que han pasado al castellano común y se usan y están más o menos aceptados en esta lengua (si no en todo el ámbito hispanohablante, sí al menos en todo el territorio de habla castellana de España), y por otro los usos lingüísticos y calcos que hacen los propios catalanes al hablar castellano, pero que son desconocidos (o casi) fuera del ámbito catalanohablante, como plegar por “salir del trabajo”, colmado en el sentido de “tienda de comestibles” o similares.


Colmado en la calle del Rosselló, Barcelona


Un primer grupo de catalanismos en castellano sería el relacionado con la gastronomía. Como cualquier país, Cataluña tiene productos y platos propios y típicos y esos productos y platos viajan con sus denominaciones. Así, además del consabido cava, la bebida espumosa tan dada a sufrir boicot de los catalanófobos más recalcitrantes, tenemos la butifarra (del cat. botifarra, escrito con <o> pero pronunciado /buti'farrə/ en los dialectos orientales, entre ellos el barcelonés, que es de donde se suelen tomar las adaptaciones al castellano), el fuet o la coca. También el alioli, salsa que como su forma original en catalán indica, allioli, está hecha a base de ajo y aceite. Y no tiene nada que ver con echarle ajo a la mayonesa, por cierto. Una cosa es una mayonesa con ajo y otra muy distinta un alioli como Dios manda –me voy del tema, pero si no lo digo, reviento-. Si uno se pasa con el cava o el vino, es posible que acabe borracho, palabra tradicional para designar a los beodos en castellano que deriva de borracha, un tipo de bota para el vino. Pero, ¿de dónde viene borracha? Es muy posible (y así lo reconoce la propia Academia Española) que derive del catalán morratxa. En muchos bares y restaurantes de España se ha popularizado escribir pantumaca, palabra que, aunque todavía no ha sido recogida por el DRAE (Diccionario de la Real Academia Española), a mí me parece una muestra preciosa del ingenio de la lengua popular a la hora de adaptar el catalán pa amb tomàquet (literalmente, “pan con tomate”). Otros productos alimenticios cuyo nombre castellano procede del catalán son el dátil, palabra que el catalán tomó a su vez del latín dactylus y éste del gr. dáktylos. La primera acepción de esta palabra es en realidad “dedo”, pues los griegos llamaron así al fruto de las palmeras por su forma. También confite (confit), escarola o borraja (cat. borratja) son palabras de origen catalán. Y boj (boix) y clavel (clavell), aunque estas últimas sean plantas que no se comen (salvo excentricidades culinarias).


El famoso Pa amb tomàquet (lit. "pan con tomate"). La expresión catalana 
 se ha popularizado en muchos sitios de España como "pantumaca")


Pero no solo hay catalanismos gastronómicos para designar alimentos, sino también para designar utensilios, como el perol o la paella. Esta última palabra requiere una pequeña explicación: el catalán paella significa “sartén” en general, sin especificar si es de mango o de asas. Pero como las gentes valencianas para hacer su típico guiso de arroz utilizan una sartén especial de asas, la palabra paella pasó al castellano designando a la vez el guiso y el recipiente donde se hace. Después, algunos castellanohablantes inconscientes de que paella también designaba el recipiente, no sólo el guiso, inventaron el derivado paellera, no admitido todavía por el DRAE, pero propuesto para su próxima edición. En cualquier caso todo lo hablado hasta ahora son ricos manjares (cat. menjar) que cuestan dinero pero si alguien te los paga, entonces diremos que lo que hace es convidarte, cat. convidar (para que luego digan que los catalanes son tacaños). Lo malo es que ya no lo puede pagar con la que durante muchos años fue la moneda oficial de España, la peseta (cat. pesseta), pesetas que los mendigos y peregrinos se guardaban en la burjaca, "una especie de bolsa de cuero" y nosotros, a falta de otro sitio mejor, nos podemos guardar en la buchaca ("bolsillo"). Ambas palabras son primas hermanas y vienen del catalán butxaca. Pero si esas pesetas nos las gastamos en jugar a la lotería o algún otro juego de azar basado en números, es posible que queramos apostar a un número capicúa (del cat. cap i cua, "cabeza y cola").


Décimo de lotería con un número capicúa 
(del catalán cap i cua, "cabeza y cola")


La primacía del comercio marítimo catalán durante la Edad Media, tuvo que dejar su impronta en los préstamos de términos marítimos y de navegación que otras lenguas, entre ellas el castellano, tomaron del catalán. Entre estos catalanismos tenemos bajel, del cat. vaixell, bergantín, del italiano brigantino a través del catalán bergantí, nao, del cat. nau, que a su vez es cognado -es decir, palabra con la misma etimología- del castellano nave, o esquife, palabra curiosa que merece una mención aparte. Skif era la forma que tenía en longobardo una raíz germánica emparentada con el inglés ship, “barco”. Del longobardo pasó al italiano como schifo, de éste al catalán como esquif y finalmente de éste último al castellano como esquife. Zozobrar, del cat. sotsobrar,  es etimológicamente algo así como “ir arriba y abajo”, que es lo que hace un barco si hay un oleaje demasiado fuerte. El muelle, del cat. moll, es donde atracan los barcos para que suban y bajen las personas o las mercancías; Los barcos tienen un timón y el que conduce el timón es el timonel (del cat. timoner). También tenemos en castellano nombres de vientos de origen catalán, como el jaloque (viento del sudeste), del cat. xaloc, o la tramontana. Si al salir al mar no sabemos qué tiempo hará preguntaremos por a algún marinero experto por el oraje, adaptación al castellano de oratge, “tempestad”, palabra propia del catalán de Valencia y en desuso en el Principado. Y es posible que pesquemos rape (cat. rap) o jurel (cat. sorell), aunque la etimología de éste último es discutida. Hablando de navegantes, cuestión discutida es y será siempre el lugar de nacimiento de Colón. La hipótesis que más conoce la gente es que era genovés, pero también hay otras hipótesis que apuntan a un posible origen catalán o mallorquín. ¿Será Colón una adaptación al castellano del catalán Colom  más que del italiano Colombo? La verdad es que no hay nada claro al respecto y lo traigo aquí sólo como curiosidad.




Las relaciones comerciales, marítimas o no, así como la prosperidad artesanal catalana hasta el s. XVI e industrial a partir del XIX, han favorecido la entrada en el castellano de catalanismos referidos a distintos oficios o a la industria y el trabajo en general. Y así tenemos: bala (en el sentido de "fardo de mercancía"), mercería, mercader, oferta o granel (cat. granell); Si vendemos algo al por menor, decimos que se vende al detal (cat. detall), aunque en castellano exista la forma "detalle". El derecho de paso por algún sitio es el peaje (cat. peatge), tan polémico ahora mismo en las autopistas catalanas, y en las subastas lo que hacen los asistentes para tratar de adquirir lo que les interesa es pujar o sea subir el precio (pujar en cat. es “subir”). El edificio público donde se reúnen comerciantes y mercaderes es la lonja (cat. llotja), y el daño que puede sufrir una mercancía es una avería, del cat. avaria, y éste posiblemente del árabe awāriyyah, “mercancías estropeadas”, derivado de awār, “vicio, defecto”. Catalana es también la faena (del catalán antiguo faena, cat. actual feina, “trabajo”, palabra derivada de fer, “hacer”, en el sentido de “lo que hay que hacer"). La industria textil catalana dejó su impronta en el castellano en las palabras faja (cat. faixa), sastre, guante (cat. guant), calceta (en cat. diminutivo de calça), cortapisa o brocado (del italiano brocato, posiblemente a través del catalán brocat). En la orfebrería se trabaja con metales (cat. metall), palabra que aunque viene del latín metallum y ésta del gr. métallon, ha tenido que pasar a la fuerza por el catalán, de otro modo en castellano no habría perdido la sílaba final del latín. Y son imprescindibles los moldes (cat. motlle) y el crisol (cat. antiguo cresol); también el esmalte es posiblemente una palabra de origen viajero que entró en España a través del catalán esmalt procedente del franco smalt

Cataluña ha destacado también tradicionalmente en el terreno de las artes gráficas y muchos términos técnicos tradicionales de esta disciplina entraron en el español a través del catalán. Unos ejemplos pueden ser: imprenta (impremta), prensa (premsa), papel (ya explicada más arriba) o cartel (cat. cartell), etc. En el siglo XIX los trabajadores de una fábrica de Manlleu que se declararon en huelga fueron sustituidos por gente sin trabajo de una localidad vecina, L’Esquirol (hoy en el término muncipal de Santa Maria de Corcó), localidad que se llamaba así por estar plagada de ardillas (cat. esquirols) y desde entonces, a los que rompen una huelga se les llama esquiroles. Por cierto, aunque la palabra castellana huelga y su equivalente semántico catalán vaga no tengan nada que ver, resulta curioso ver cómo en ambas lenguas, para designar el arma fundamental de reivindicación de la clase trabajadora, se usan términos en cierto sentido despectivos: mientras en una lengua la huelga es una cosa de vagues (“vagos”), en la otra se deriva de holgar, que entre otras muchas cosas puede significar “yacer, descansar, estar ocioso, divertirse”, palabra que, además, si le aplicamos la fonética andaluza, ha dado la forma juerga al acervo castellano. Parece ser que la única diferencia entre los empresarios catalanes y los empresarios españoles es que unos consideran a los trabajadores que hacen huelga unos vagos; los otros, que son unos juerguistas. Son en cualquier caso, términos peyorativos (en origen) para un derecho de los trabajadores que reflejan cómo el lenguaje lo marcan en muchas ocasiones las clases dominantes. 

Después del trabajo, tanto a comerciantes como a trabajadores de la industria les apetecía algo de diversión y de ocio. Y en este terreno también encontramos catalanismos en castellano como gresca, burdel (cat. bordell), naipe (cat. naip), cimbel (cat. cimbell), cohete (cat. coet) o festejar



Una vez en casa, partiremos leña con el destral, si tenemos ganas, iremos al retrete (cat. retret, “retirado, apartado”), abriremos o llamaremos a la puerta con un picaporte (del cat. picaporta). Si estamos cansados, nos sentaremos y pondremos los pies en un escabel (del cat. antiguo escabell). Por último, me queda citar algunos catalanismos en el castellano en el ámbito religioso: calonge (desusado, procedente del cat. canonge, “canónigo”), maitines, seo (cat. seu) o sor. 

Como dije al principio, los catalanismos en castellano, aun eliminando de la lista los discutidos, son muy numerosos, y en esta entrada sólo he querido poner unas cuantas palabras a modo de ejemplo. Espero que os haya gustado y que no os haya llevado mucho tiempo leerlo. En cualquier caso, siempre podréis mirar la hora en vuestro reloj, palabra procedente del latín horologium (gr. hōrológion) a través del cat. rellotge










10 comentarios:

  1. seguiremos con meridiano interes este nuevo blog de supongo yo , tus diversidades , parafilias y extradios culturales , que intuyo yo , alguno levantara polemica . un saludo fer y animo con el blog


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  2. Por lo que he leído, paella viene del valenciano, no del catalán; y paellera como utensilio para preparar paella sí está aceptado en el DRAE, si bien se ha propuesto una ampliación de la definición para la edición siguiente. Un artículo interesante. Enhorabuena.

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  3. Interesante artículo Fer. La polémica está servida!

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  4. Anónimo, gracias por tus ánimos!
    Sonia: el valenciano es una variante del catalán y paella se usa en todo el ámbito lingüístico valenciano-catalán-balear. Procede en última instancia del latín padella, mientras que el castellano sartén viene del latín sartago, sartaginis. Gracias por tu enhorabuena. Saludos!

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  5. muy bueno me gustó, sois todos unos prestamistas de la lengua :-)

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  6. Muchas gracias Fernando, he aprendido un monton.

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