lunes, 7 de octubre de 2013

ÚLTIMOS HABLANTES (II): TUONE UDAINA Y EL DÁLMATA


En el post anterior sobre este tema, tras una pequeña introducción en la que expliqué a qué se aplica la expresión “lengua muerta” y que hay unas cuantas lenguas que tienen como fecha de defunción simbólica el día que murió el último de sus hablantes, conté resumidamente algo sobre los últimos hablantes de manés y córnico, dos lenguas celtas de las Islas Británicas. 

Ahora cruzamos media Europa y nos vamos al mar Adriático. Dalmacia es una de las regiones históricas de la actual república de Croacia, aunque una pequeña parte de su territorio queda hoy en día en Bosnia y en Montenegro. En esta república exyugoslava las regiones no tienen ninguna entidad político-administrativa, pues la única organización territorial existente entre los municipios y el Estado es el condado, pero sus denominaciones se siguen usando como referentes. Dos de estas regiones tienen salida al mar: Istria al norte y Dalmacia al sur. En tiempos del Imperio Romano la zona era conocida como Iliria, y cuando el Imperio cayó y Dalmacia fue invadida por los bárbaros (en un primer momento, hérulos y ostrogodos, de estirpe germánica; después, sorabos y croatas, de etnia eslava), la población ilirio-latina se refugió en las islas del Adriático. Al igual que en otras partes, el latín hablado en la zona fue evolucionando de forma propia, dando origen a la lengua dálmata (la cual era, por tanto, una lengua romance, igual que el galaico-portugués, el castellano, el catalán, el occitano, el francés, el italiano, el rumano, etc.). Pero arrinconada en las islas, se vio siempre amenazada, por el croata primero (que es la lengua que se impuso en la Dalmacia continental) y por el venéto después, pues la República de Venecia conquistó la zona a principios del siglo XV y estableció muchas colonias por toda la costa oriental del Adriático. En Zadar, al norte, el dálmata desapareció enseguida. En cambio en la República de Ragusa (la actual Dubrovnik), que consiguió mantenerse independiente de Venecia durante mucho tiempo, llegó a ser la lengua oficial.   

En rosa, los territorios de la República de Venecia


A los lingüistas les encanta no sólo estudiar las lenguas, su historia y su evolución, sino también hacer clasificaciones con ellas, agruparlas y desagruparlas. Y suelen subdividir las lenguas romances en dos grandes grupos, la Romania Occidental y la Romania Oriental. El criterio en el que basan esta clasificación se sustenta principalmente en determinados rasgos gramaticales, como la formación del plural de los sustantivos, que en las lenguas romances orientales suele ser en vocal y en las occidentales en –s (compárese, por ej., el italiano amici con el francés amis, catalán amics, o castellano y portugués amigos) , y en algunos rasgos más de índole fonética. La línea que separaría ambos grupos sería la conocida como línea La Spezia-Rímini, en Italia, que recorrería más o menos en oblicuo, de Oeste a Este, el istmo que separa la Italia peninsular del Valle del Po. De acuerdo con esa clasificación, lenguas tan distintas como el italiano (que se originó en la Toscana, al sur de esa línea, aunque ahora se hable también en las regiones del norte) y el rumano pertenecerían al grupo oriental. Por este motivo siempre se ha considerado que el dálmata sería algo así como el paso intermedio entre las lenguas de Italia y las rumanas, una especie de “eslabón” que le faltaba a la Romania Oriental, pero la características peculiares de esta lengua, sin parangón en algunos casos con el resto de las lenguas romances, hacen difícil el encaje del dálmata entre el italiano y el rumano. 

El principal rasgo que lo diferencia de sus lenguas hermanas es su peculiar tratamiento de las vocales latinas. Muchas de estas se convertían en diptongos con resultados que no se dan en el resto de la Romania. No hay más que leer un breve texto como el “Padre Nuestro” para darse cuenta de ello. 


Tuota nuester, che te sante intel sil, sait santificuot el naun to. Vigna el raigno to. Sait fuot la voluntuot toa, coisa in sil, coisa in tiara. Duote costa dai el pun nuester cotidiun e remetiaj le nuestre debete, coisa nojiltri remetiaime a i nuestri debetuar. E naun ne menur in tentatiaun, miu deleberiajne dal mal. 


También pondré como pequeño testimonio los números del 1 al 10, para que os divirtáis contando en esta lengua que, a pesar de ser romance, parece tan exótica. 

1. jóin , jóina 
2. doi
3. tra
4. kuátro
5. ćenk
6. si
7. s(i)ápto
8. guápto
9. nu(f)
10. dik

El dálmata se subdividía en dos dialectos principales, el septentrional o vegliota, hablado en la isla de Veglia (el nombre en italiano para la isla que en croata tiene un denominación impronunciable para nosotros, Krk), y el meridional o ragusano. Pero mientras que el ragusano, que ya hemos visto que llegó a tener carácter oficial en la República de Ragusa, se perdió a lo largo del siglo XVIII, el vegliota era el dialecto que hablaba Tuone Udaina (Antonio Udina en la versión italiana de su nombre), que pasa por ser el último hablante nativo de dálmata. Nacido en 1821 en Veglia, Udaina era de extracción humilde y, como él mismo dijo, sólo fue a la escuela durante tres años: 

Yu yay foyt a skol day tšink yayn e dapú yu vay stat a skol tra yayn; yu yay studyút fenta i vapto yayn


(“Yo fui a la escuela desde los cinco años y después estuve en la escuela tres años; he estudiado hasta los ocho años”). [M. Bartoli, Das Dalmatische, Viena, 1906]


                                                  
Tuone Udaina (Antonio Udina en italiano)


Aunque poco se sabe de su biografía, dicen que Tuone Udaina trabajó como barbero toda su vida, lo que le valió el apodo de Burbur, que en dálmata quiere decir precisamente eso, “barbero”. Cuando a finales del XIX el filólogo italiano Matteo Bartoli se enteró de que el dálmata estaba a punto de desaparecer y que sólo quedaba un hablante, allá que se fue en 1897 a visitarlo, con el gramófono en la mano (invento reciente en la época) para grabar a Udaina hablando esa lengua en vías de extinción y dejar un documento sonoro para la posteridad. Udaina aprendió dálmata de pequeño, de oír las conversaciones privadas de sus progenitores, pero no era la lengua que utilizaban estos para dirigirse a él. Esto, sumado al hecho de que cuando Bartoli entró en contacto con él, Udaina llevaba ya 20 años sin hablar dálmata con nadie (hablaba también véneto y alemán), hace que la labor este último hablante nativo como informante no fuera precisamente óptima desde el punto de vista filológico. Aún así, Bartoli llevó a cabo un completo estudio de esta lengua, el más completo existente hasta ahora. Lamentablemente, el original de la obra de Bartoli en italiano se ha perdido, y solo se conserva su traducción al alemán publicada en 1906, Das Dalmatische). 

Una mina de tierra colocada por algún terrorista de los que tanto pululaban por el Imperio Austro-Húngaro se interpuso en el camino de Tuone Udaina el 10 de junio de 1898. Esa mina se llevó por delante no sólo a un hombre, sino también a una lengua de la que él era el último vestigio vivo, el dálmata. Pocas lenguas tienen marcada su desaparición de la faz de la Tierra como lengua viva con tanta exactitud.

Ver también:
Últimos hablantes (I): córnico y manés. 
Últimos hablantes (III): Walter Sutherland y el norn.

Últimos hablantes (IV): Shanawdithit, "princesa de Terranova" y el beothuk.

2 comentarios:

  1. muy interesante..no tenia ni idea....gracias x la información

    ResponderEliminar
  2. Gracias a ti por leerme, seas quien seas. Abrazos

    ResponderEliminar