domingo, 6 de abril de 2014

GÁRGORIS Y HABIS, REYES LEGENDARIOS DE TARTESOS


Localización de Tartessos


Cuenta la leyenda que Gárgoris era rey de los curetes, pueblo que habitaba la región de Tartesos, donde, según dicen, los Titanes hicieron la guerra contra los dioses. Tartesos es el nombre de una civilización anterior a la conquista romana de la Península, que vivía en torno a la desembocadura del Guadalquivir, entre las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz. Y como los curetes es un pueblo de la mitología griega que poco o nada tiene que ver, en lo que se sabe de ellos, con la Península Ibérica, a algunos autores les ha sorprendido verlo involucrado en este mito y corrigen a quien nos ha transmitido esta leyenda, Pompeyo Trogo, diciendo que en realidad el nombre de ese pueblo era cunetes. El caso es que Gárgoris era un rey muy habilidoso e inventó la apicultura, esto es, el arte de cultivar abejas y producir miel. Y tenía una hermosa hija a la que el propio Gárgoris deshonró y dejó encinta. Avergonzado luego de haber abusado de su propia hija, quiso tapar una barbaridad con otra barbaridad mayor y deshacerse del fruto de su incesto, el muy bestia, por lo que ordenó que abandonaran a su nieto en el bosque, a merced de las fieras.


 Gárgoris


Varios días después ordenó ir a buscar el cuerpo del pobre bebé expósito, pero las fieras no sólo no habían devorado a la criatura, sino que la habían cuidado y amamantado. Entonces el rey, que aunque asombrado seguía empeñado en deshacerse de su deshonra, ordenó que arrojaran al niño a un camino por el que solían pasar manadas de animales salvajes, para que muriera aplastado. También en esta ocasión el bebé sobrevivió. Entonces Gárgoris, que se ve que era muy terco el hombre, lo intentó de nuevo lanzando al niño a una jauría de perros hambrientos. Y nada, oyes, que no había forma. Los animales no querían hacer daño a la criatura y no se lo hacían. Finalmente Gárgoris mandó arrojar al niño al mar. 

Entonces las embravecidas olas del mar, en lugar de tragarse al bebé lo mecieron y lo llevaron de nuevo a la costa. Una cierva que había por allí se hizo cargo de él y lo amamantó. Y de tal forma los ciervos cuidaron y criaron al niño que éste, a medida que fue creciendo, iba desarrollando una habilidad pasmosa para correr y moverse por los bosques con toda ligereza, por lo que terminó metiéndose a bandolero y así sobrevivió. 

Hasta que un día un cazador lo capturó con un lazo y se lo llevó al rey Gárgoris como regalo. Gárgoris, al ver al chaval, lo reconoció por su parecido físico y por unas marcas que le habían sido hechas al nacer, y sorprendido por todos los peligros que había pasado y porque hubiera podido sobrevivir, se arrepintió de haberlo querido matar, lo nombró su heredero y lo llamó Habis. Una vez que llegó al poder, Habis fue muy querido por su pueblo, al que dio leyes, fundó ciudades, prohibió los trabajos serviles y enseñó a sus súbditos a surcar la tierra con el arado para obtener alimentos. Vamos, un dechado de virtudes, este tal Habis, criado entre los ciervos en los bosques de Tartesos.


Reproducción de la estela de Bensafrim con una inscripción en lo que se cree que es la lengua de Tartesos 



Esta leyenda nos la ha transmitido únicamente Pompeyo Trogo, un historiador romano originario de la Galia Narbonense y casi coetáneo de Tito Livio. Como éste, Trogo trató de escribir una Historia desde los orígenes hasta su contemporaneidad (el siglo I a.C.). Puso como eje central de su narración la historia de la monarquía macedónica, por lo que su obra era conocido como Historias Filípicas. Su obra se perdió, pero otro historiador romano de dos siglos después, Marco Juniano Justino, hizo un Epítome (o resumen) de la misma, que es lo que ha llegado hasta nosotros. En el epítome del Libro XLIV, casi al final de la obra, viene el pequeño pasaje que narra la leyenda de Gárgoris y Habis. La leyenda sirvió de motivo literario a Jerónimo de Arbolanche, escritor navarro del Siglo de Oro que compuso un poema titulado Las Abidas. 


Edición de 1519 del "Epítome de las 'Historias Filípicas'de Pompeyo Trogo", de Justino







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